A todos les marcó el "silencio": hablan los héroes de capa invisible que auxiliaron a los ciudadanos en la barbarie del 11-M

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Los héroes anónimos que auxiliaron en el peor atentado de la historia de España
Redacción
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Aquel jueves 11 de marzo de 2004 quedará para siempre grabado en la cabeza y en el corazón de quienes lo vivieron en primera línea. Quienes tuvieron que mirar de frente a los ojos del terror destacan lo mismo. A todos les marcó "el silencio" que había en la ciudad de Madrid tras producirse las diez explosiones casi simultáneas en cuatro trenes de Cercanías. Los atentados arrancaron la vida a 192 personas y dejaron 1.857 heridos. 

No les gusta que les llamen "héroes anónimos" porque, dicen, simplemente hicieron su trabajo. Personal sanitario y equipos de emergencias tienen grabado un día que supuso un reto profesional y emocional. Además, muchos vecinos se echaron a la calle para arropar y acompañar a los heridos y otros tantos taxistas los trasladaron a los hospitales. Estos son los testimonios de algunos de estos ángeles de la guarda. Su relato es un viaje al pasado que nunca debió existir.

Rafa Galán: "Corremos hacia donde otros huyen"

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: ESPECIAL 11m. Testimonios sanitarios. Jaime y Rafa
Rafa Galán, trabajador del 112, vivió el 11-M como voluntario de Protección Civil.
JORGE PARÍS

Ahora es sanitario del SUMMA 112, pero en 2004 tenía 34 años y trabajaba en un laboratorio farmacéutico. Aquella mañana, su jefa le pidió ayuda para conectar la radio a través de internet, que entonces no era tan accesible. Tras intuir la magnitud del asunto, le dio permiso para dejar su puesto y colgarse el chaleco de voluntario de Protección Civil. Rafa Galán salió disparado a buscar la ambulancia de su dotación, a la que enviaron al foco de la calle Téllez. En ese momento, "la información era muy confusa" y al llegar recibirían "más instrucciones". De camino, recuerda, "el tráfico era muy fluido, todo el mundo estaba muy a la expectativa, sin saber lo que estaba pasando pero con cierta tensión".

Al llegar, les enviaron con la camilla al polideportivo municipal Daoiz y Velarde, que entonces estaba a punto de ser inaugurado. "No nos daba tiempo a digerir la información. Muchas víctimas. Muchos heridos graves. Uno, dos, tres, cuatro trenes. No estábamos acostumbrados a algo tan grande y no nos dio tiempo ni a ponernos en situación". Galán, junto a sus dos compañeros de dotación, destaca el "silencio respetuoso" que encontraron en el vestíbulo del centro. Allí cargaron a un herido que aparentemente estaba estable, "joven, consciente y orientado" que trasladaron al hospital La Paz. Allí les recibió un nutrido equipo de sanitarios en la puerta que, nada más verlos, les dijeron: "Ya podéis iros a por otro". "Dame por lo menos sábanas limpias", les respondió. Su intención era volver a Téllez, pues había quedado marcado por la cantidad de gente que seguía necesitando ayuda, pero finalmente se dirigió al campo de fútbol aledaño a La Paz, donde aterrizaba un helicóptero con un paciente muy grave que llegaba del foco de El Pozo.

Galán hace un esfuerzo para hablar de un día que le "marcó mucho". Solo lo suele comentar con compañeros técnicos de emergencias. Recuerda que les ofrecieron ayuda dando por hecho que no la necesitaban: "Hace 20 años la psicología no era lo que es ahora". "Varios años después tuve estrés postraumático que con el tiempo fue desapareciendo sin terapia y sin ayuda". Galán tuvo que "esconderse" un tiempo de esta labor como voluntario, escuchar el tono del teléfono le hacía revivir el 11-M, y buscó refugio en su familia y su trabajo en el laboratorio. Hasta hace tres años, cuando cumplió su sueño de dedicarse profesionalmente a las emergencias. Odia "a muerte" que le llamen héroe: "Hacemos nuestro trabajo. Ir hacia donde los demás huyen es complicado pero es nuestra vocación". 

Jaime Herranz: "Veías cómo se escapaba la humanidad por unos sitios y cómo venía por otros"

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: ESPECIAL 11m. Testimonios sanitarios. Jaime y Rafa
Jaime Herranz, coordinador de Protección Civil en San Sebastián de los Reyes, el 5 de marzo de 2024.
JORGE PARÍS

Rafa Galán compartía dotación y kilómetros de ambulancia con Jaime Herranz, coordinador de Protección Civil en San Sebastián de los Reyes. En el trayecto hacia Téllez le marcó que "los peatones se paraban para ver pasar la ambulancia, cosa que no pasa habitualmente cuando se escucha una sirena". Tenían aún poca información, pero el semblante de los viandantes, que buscaban sus miradas, les hacía presagiar que algo muy grave había ocurrido. A Herranz, que ese día libraba, le sigue costando hablar de este tema. Con la piel de gallina, relata a 20minutos que "a partir de ese día, las sirenas ya no me sonaron igual". Le alteraban y le ponían en tensión. 

"Aquel día salieron muchas cosas adelante por el factor humano, tanto de los profesionales de emergencias como de testigos de otras profesiones", dice Herranz. Y es que muchas personas se echaron a la calle a ayudar y, en ocasiones, lo que había que hacer era coger de la mano a una persona herida para que no estuviese sola. "Sin ese factor humano, muchas personas seguramente se hubieran muerto". Herranz recuerda que "se percibía mucho" el "acompañamiento y cariño" a las personas que aparentemente tenían pocas posibilidades de salir adelante. "Veías cómo se escapaba la humanidad por unos sitios y cómo venía por otros", dice, al tiempo que menciona las colas que se formaron esa misma tarde para donar sangre. Además, recalca la gestión del tráfico por parte de la Policía Municipal en la plena hora punta de una mañana entre semana en Madrid: "Las entradas y salidas de los hospitales estaban perfectamente despejadas y pudimos circular con la rapidez que se necesitaba".

Herranz recuerda un "cierto nivel de shock" los siguientes días al atentado. "Nadie estaba preparado para algo tan devastador y quien lo diga, miente". De hecho, él no suele hablar de esto fuera del ámbito profesional: "Si alguna vez preguntan, me limito a decir que fue duro". Es la primera vez que habla para la prensa del día en el que vio un tipo de paciente que no tiene habitualmente: "El semblante de sus caras mostraba el terror de lo vivido y el miedo de haber visto de cerca la muerte". 

Paloma López: "Por la ventana vi caer trozos como de espuma, ceniza..."

Paloma López, vecina de la calle Téllez de Madrid.
Paloma López, vecina de la calle Téllez de Madrid.
L. B.

Paloma López tiene 63 años y vive en la calle Téllez. Pocos días antes de que se cumplan 20 años del fatídico atentado pasea a su perro junto al olivo plantado en memoria de las víctimas justo donde se abrió un paso en el pretil que separaba las vías del tren de la calle para evacuar a los heridos al polideportivo Daoiz y Velarde. Recuerda que aquella mañana el estruendo de las bombas movió su cama. Estaba sola en casa, su marido se acababa de ir a trabajar. Al principio pensó que era algo que había pasado en su garaje, pero se asomó a la ventana y vio caer "partículas de espuma, de ceniza, de trocitos de algo... ". El asombro se convirtió en miedo cuando sintió una segunda explosión que movió el agua de la piscina del edificio. "No era capaz de marcar para llamar. Por primera y única vez en mi vida he pensado que ahí se acababa, que la finca se caía y que se había terminado. La tercera explosión ya fue horrorosa. En la cocina vi que por el respiradero había entrado hollín". Al salir a la calle sitió que se le doblaban las piernas y se topó con la barbarie y la solidaridad. Los vecinos bajaron mantas -incluso las lanzaron desde sus ventanas- y toallas. Supermercados de la zona acercaron agua. Paloma recuerda un "silencio atronador" en su edificio y en el metro los días siguientes. Le costó años acostumbrarse de nuevo a cualquier ruido repentino.

Rosa María López: "Los vecinos bajamos con agua y mantas"

Rosa María López se dispone a entrar en su portal cargada con las bolsas de la compra. Tiene 67 años. Prefiere participar en este reportaje sin foto. El 11 de marzo de 2004 le despertó la primera explosión en Atocha y, al ir a abrir su ventana a ver qué había pasado, la segunda detonación le estalló justo delante de su cara. "Oigo cómo estalla y cómo el techo del tren se levanta como una lata de sardinas. Solo veía cosas negras y marrones que suben. Cerré y les pedí a mis padres que no salieran. Ya después fue todo un caos. Lo que más recuerdo es el silencio horrible, el humo y la gente andando por las vías. Los vecinos bajamos con agua y mantas". Para ella fue "un día muy largo". De su calle salió corriendo hacia el Colegio Virgen de Atocha, donde trabajaba de profesora. Muchos de sus alumnos cogían el tren en Santa Eugenia, donde tuvo lugar otra de las explosiones, y aún no habían llegado. Tres alumnos quedaron ingresados y una perdió audición y tiene quemaduras. 

La mayoría de sus alumnos no presentaba heridas físicas, pero sí emocionales. "Y esos no salen en ninguna estadística", lamenta. A todos ellos tuvo que evacuarlos al parque de El Retiro ante una falsa alarma de bomba en una zona cercana ese mismo día. "Luego intentamos darle la vuelta y lo planteamos como un día de solidaridad", explica.

El relato de esta vecina salta de un punto a otro. Los recuerdos le vienen como "flashes". Pero siguen grabados en su cabeza, como los impactos que aún se observan en una esquina de su edificio. Recuerda ver "sacos, sacos, sacos y sacos [de cadáveres] sobre una plataforma" y que "los taxis venían y se llevaban a uno, a otro... a la morgue. Se portaron de maravilla". Este periódico ha intentado contactar con algunos de esos taxistas que ese día ofrecieron su vehículo para realizar traslados de emergencias de forma altruista, pero han preferido no remover los tristes recuerdos. Rosa María relata también que "luego vinieron furgonetas y cargaron coches de niños, bolsos, sonaba un móvil... fue muy duro".

- ¿Pensaste alguna vez en cambiarte de casa después de aquello?

- No, ¿por qué? Entonces hubieran ganado, y no quería. Nunca me lo planteé.

José Luis Castillo: "Era un escenario de guerra"

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Especial 11M. Bomberos. José Luis Castillo
El supervisor de Bomberos de Madrid José Luis Castillo, en el parque de Manuel Becerra, el 5 de marzo de 2024.
JORGE PARÍS

Había cogido el tren hasta Nuevos Ministerios un rato antes para empezar su jornada laboral en el antiguo parque de la calle Imperial. El entonces jefe de guardia de los Bomberos de Madrid intuyó que algo grave estaba pasando al llegar y echar en falta los dos vehículos de los jefes de guardia. El foco al que acudió José Luis Castillo (58 años) en primer lugar fue Téllez, pensando aún que era el mismo escenario que el de Atocha. Cuando llegó, vio a "gente en shock que salía hablando, creo que no eran conscientes de lo que acaban de sufrir y quedaba por llegar". Su labor fue acelerar la evacuación de personas heridas, reconocer los vagones para que no quedara ninguna persona con vida dentro y colaborar con los servicios sanitarios en el triaje. 

En la evacuación de los 230 heridos de Téllez fue de gran ayuda, además del paso abierto en el pretil, la rampa que los operarios que trabajaban en la finalización de las obras del polideportivo Daoiz y Velarde improvisaron para salvar el desnivel entre las vías y la calle Téllez. 

La Policía Nacional evacuó la zona ante la sospecha de más bombas y Castillo se fue de Téllez a la plaza del Emperador Carlos V, frente a la fachada principal de Atocha, donde se instaló el gabinete de crisis con las autoridades políticas, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los servicios de emergencias. "Intentaba procesar todo lo que había visto y distribuir los recursos disponibles de la mejor forma posible en el escenario al que hacíamos frente. En Atocha aparecieron muchos compañeros voluntarios, pero sin equipamientos, y les reconducimos a sus dependencias para que volvieran con equipos de protección. Fue un momento frenético de organización de los cuatro escenarios con personal entrante y saliente, todo el mundo estaba dispuesto a prolongar su jornada de trabajo, no había problema de recursos, pero había que canalizarlos", expone. Una vez superado ese reto de la coordinación, los bomberos tuvieron que asegurar la zona para minimizar riesgos en la extracción de las víctimas y colaborar con la autoridad judicial que ordenaba el levantamiento de los cadáveres.

20 años después, el ahora supervisor de guardia de Bomberos de Madrid subraya que "el gran aprendizaje" de esta barbarie fue "que dimos lo mejor de nosotros mismos en una situación muy apurada, quizá por inesperada. Nos afectó a todos. Yo mismo había utilizado el tren minutos antes de que ocurriera. Todos en general, cuando pasábamos por el interior de los trenes haciendo ese último reconocimiento, reconocíamos a personas. Podían ser tu hermano, tu tío, un primo... En esos trenes íbamos todos. Lo que realmente me quedó fue la respuesta ciudadana". Castillo estaba acostumbrado a trabajar con dos escenarios en atentados de ETA, pero el 11-M supuso un cambio en los protocolos. "Vinieron servicios de Francia y los países nórdicos a preguntarnos que cómo habíamos hecho frente a la situación, anticipándonos que podían sufrir algo similar. Todo esto fue objeto de análisis y de mejorar los procedimientos, que eran buenos por la experiencia previa en atentados de menor magnitud", cuenta al tiempo que resalta la rapidez en la identificación de los todas las víctimas mortales. 

- "Fue un proceso de aprendizaje en el que te haces resiliente. Es tu trabajo y hay que abordarlo. No es fácil, pero en esos escenarios te das cuenta de que siempre puedes aportar algo".

- "Mucho".

Castillo habla del 11-M como "el referente" que no se puede comparar con otras catástrofes como por ejemplo el accidente de Spanair. Y es que el yihadismo convirtió "una ciudad fantástica en un escenario de guerra. Ha habido muchas cosas después, pero nada comparable", termina. Tras el atentado, Castillo siguió cogiendo el tren que le lleva de casa al trabajo.

Pedro Yuste: "La respuesta de todo el personal sanitario fue admirable"

El doctor Pedro Yuste, jefe de sección de Cirugía General y Digestivo del Hospital 12 de Octubre de Madrid, en el exterior del centro, el 5 de marzo de 2024.
El doctor Pedro Yuste, jefe de sección de Cirugía General y Digestivo del Hospital 12 de Octubre de Madrid, en el exterior del centro, el 5 de marzo de 2024.
HOSPITAL UNIVERSITARIO 12 DE OCTUBRE DE MADRID

El doctor Pedro Yuste, actual jefe de sección de Cirugía General y Digestivo del Hospital 12 de Octubre de Madrid, entraba de guardia la mañana del 11 de marzo de 2004. Su "primer impacto" fue llegar al hospital y ver "un montón de coches de policía". En ese momento comprendió la magnitud de las noticias que había empezado a escuchar en la radio de camino al trabajo. "Entre comillas, pasó a buena hora porque se dio la orden de parar quirófanos [para operaciones programadas]". En sus recuerdos destacan que "todo el mundo quería echar una mano: los salientes se quedaron y todos los que entraban bajaron a Urgencias. La respuesta de todo el personal sanitario fue admirable". El 11-M fue "un abordaje de gente que llegaba por todos los medios: en ambulancias, en taxis, en coches particulares, andando... La afluencia en Urgencias fue bestial". 

También se le quedó grabado el "olor a quemado" que se percibía en Urgencias por las quemaduras de los pacientes y "el silencio durante todo el día en todo el hospital, la gente se miraba con sensación de desasosiego", describe. 

Yuste también destaca la rapidez en la identificación, en este caso de los heridos: "Sobre las 12.00 horas ya teníamos toda la información filial real de la mayoría de las personas que habíamos atendido". De lo vivido se extrajeron aprendizajes a nivel organizativo: "Hubo una afluencia muy alta en pocos hospitales. Se concentró mucho el triaje entre el Gregorio Marañón y el 12 de Octubre, que tuvieron un volumen muy alto de pacientes muy graves", considera. Por ello, defiende que "se podría haber repartido los pacientes por diferentes hospitales y en función de la gravedad". Profesionalmente, y tras 40 años en el hospital viendo mucha patología, está marcado por este día "y por el covid". El 11-M fue un día "que queda, que no olvidaré jamás. Fue muy impactante y cogió a gente muy joven". 

Emilio Benito: "Al ver esos cuadros familiares sí vi que la gente se hundía"

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: ESPECIAL 11m. Testimonio Emilio Benito. Emergencias Madrid
Emilio Benito, jefe de la unidad de apoyo jurídico de Emergencias Madrid.
JORGE PARÍS

Emilio Benito, actual jefe de la unidad de apoyo jurídico de Emergencias Madrid, en 2004 era es responsable de la gestión del personal. Este enfermero y abogado ha trabajado en 29 atentados a lo largo de su carrera. Al llegar a la calle Téllez se encontró con un tren "reventado" en cuatro vagones que le dejó "absolutamente alucinado".  El tren que explotó en ese punto registró cuatro detonaciones en cuatro de sus seis vagones. "Vi cuatro vagones desarmados, con toda la estructura abierta, era espeluznante". Su primera preocupación no fueron los pasajeros que pudieron salir por su propio pie, sino los que se habían quedado dentro de los vagones. Entró con los bomberos para revisar cómo estaba la gente que no había podido salir y realizar el triaje en las evacuaciones. "Pero, desgraciadamente, todo el mundo que había quedado dentro estaba fallecido. Los heridos, aunque graves, salieron como pudieron". 

En su cabeza hay imágenes grabadas como la de "una señora que pensé que estaba descansando y estaba muerta" y la de una chica que perdió toda la ropa y "sus pies y sus manos". Benito cuenta que "costó determinar" que el foco de Téllez era diferente del de Atocha, por lo que muchos recursos "tardaron bastante tiempo en llegar y tuvimos que utilizar patrullas y furgonetas de la Policía Municipal para trasladar a los heridos".

Sus hijos tenían entonces 16 y 12 años y con ellos tenía un pacto tácito para no hablar de su trabajo: "¿Para qué?". Benito ejerció esos días de portavoz de Emergencias Madrid y sus hijos se quedaron con el relato que su padre proporcionó a los medios de comunicación.

Benito, cuya voz muestra fortaleza y entereza, confiesa que sí fue duro ver a compañeros romperse en Ifema, donde se instaló una improvisada morgue esa misma tarde para la identificación de los cadáveres. "No he visto llorar a compañeros centrados en la atención de las víctimas y sí les he visto llorar en Ifema cuando venían familiares a identificar a una víctima presentándoles únicamente una parte del cuerpo, lo que quedaba... Al ver esos cuadros familiares sí vi que la gente se hundía", recuerda. Entonces, con 40 años, asegura que no precisó ayuda psicológica, pero ahora duda: "Con 60 años no sé si aguantaría otra igual. Nadie te prepara para esta realidad, para atender a una mujer que tiene que identificar a su hijo o hija solo por el tatuaje de una parte del cuerpo".

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