Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Gallinas en libertad, humanos en jaulas

Como el ave que escapó de su prisión...
Como el ave que escapó de su prisión...
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Como el ave que escapó de su prisión...

Hay un anuncio radiofónico de huevos que utiliza unas coplillas ligeras y pegadizas para hablar de la libertad de la gallina. Hace tiempo que hemos aceptado el concepto de libertad en la gallina como si fuera algo natural. Parece que nos sirve con saber que el animal ha podido caminar un rato por el suelo durante su jornada laboral y que ha cumplido con su obligación de aovar de forma satisfactoria a diario. No queremos imaginar gallinas enjauladas mientras batimos el huevo con un tenedor.

Después de siglos de debates y definiciones teóricas sobre la idea y el alcance de la libertad, después de milenios de guerras y luchas para alcanzar una cuota aceptable de libertad individual y colectiva, nos parece normal que el mismo concepto sirva para explicar la situación de una especie animal de la que obtenemos un ingrediente esencial para nuestra cocina. La gallina presuntamente libre es una caricatura de nuestra sociedad y, quizá, un reflejo.

Leer en el envase de los huevos que las gallinas se han criado en el suelo o en libertad parece que nos calma una conciencia escrupulosa forzada por un pensamiento repetitivo y poco fundamentado. Además de la mentira evidente -la gallina, como mucho, tiene una libertad vigilada y es fija discontinua en su trabajo-, hacemos el ridículo y evitamos el debate de fondo. Así que cada vez que escucho el anuncio de las gallinas o veo en el supermercado los huevos de las gallinas en libertad un euro más caros, me pregunto por mi propia libertad y por la de los que me rodean.

Es posible que mientras crece la presunta libertad de la gallina, disminuya la del ser humano.

Orwell dibujó ya la metáfora de una granja para explicar cómo muta el ser humano según se va relacionando con el poder. La evolución social, las grandes concentraciones de poder, la polarización y la atomización informativa amenazan a diario nuestra libertad. Tener una opinión fundamentada es una labor que exige esfuerzo. Dejarse llevar en este aspecto nos conduce al estribillo, a la confianza en personas y organismos que no son, por desgracia, tan confiables. Nos convierte, al fin y al cabo, en gallinas de jaula.

Es posible que mientras crece la presunta libertad de la gallina, disminuya la del ser humano. La empatía con el animal y evitarle el sufrimiento es digna y humana, pero pasarse de rosca nos lleva a extremos peligrosos. Guerras injustificadas, pandemias destructivas por cuyo origen ya nadie pregunta, fondos de inversión que manejan el mundo sin que nadie los vote, la adoración por los ricos tecnológicos, el perfil servil y maniqueo de los políticos nacionales, el control cada vez más férreo de la economía individual y la falta de información son algunos síntomas que nos pueden llevar a reflexionar si nuestra libertad se parece cada vez más a la de las gallinas. 

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