Jersón, la ciudad ucraniana que vive bajo las bombas: "Cada vez que sales de casa, compras un billete de lotería. No sabes si volverás"

Jersón: una vida bajo las bombas
Jersón: una vida bajo las bombas
Jersón: una vida bajo las bombas
Jersón: una vida bajo las bombas
Carlos Palomino

Una inmensa fila de coches espera su turno en el checkpoint que vigila la entrada a Jersón. De fondo, el sonido de la artillería sobre la ciudad retumba incluso dentro de los vehículos. La sirena antiaérea suena una vez más alertando de un nuevo bombardeo. Nos adentramos en esta localidad del sur de Ucrania que estuvo durante los primeros 8 meses de guerra bajo ocupación y que ahora sufre a diario los ataques rusos.

Avanzamos por la calles vacías junto a un joven soldado que nos escolta. No supera los 20 años y nos cuenta, mientras conducimos por una ciudad prácticamente desierta, que lleva desde el inicio de la invasión sirviendo en las Fuerzas Armadas pese a que siempre ha querido ser periodista. Esta es su ciudad natal y nos guía a través de varias avenidas hasta que paramos frente a uno de los bloques de edificios que más ataques ha recibido, por su situación justo en frente del Dnieper. A través de este caudaloso río, en noviembre de 2022, las tropas rusas llevaron a cabo su retirada de la ciudad.

El entonces general de las Fuerzas Armadas de Rusia, Serguéi Surovikin, aseguró que el motivo de esta decisión fue que Jersón y los asentamientos cercanos no podían ser abastecidos adecuadamente y que los civiles estaban en peligro por los ataques de Ucrania para recuperarla. Sin embargo, a diario misiles, drones y sobre todo proyectiles de artillería rusos lanzados desde el otro lado del río sobrevuelan las calles de esta localidad. Pese a que materialmente la ciudad no entrañaría ninguna ventaja militar para el Kremlin, lo cierto es que es bombardeada intensamente cada día; impidiendo que los ciudadanos puedan volver, en la medida de lo posible, a la normalidad.

Mientras recorremos la ciudad suena por quinta vez la alarma. El día anterior se produjeron hasta treinta ataques. A medida que nos acercamos a los barrios cercanos al río, la sensación de estar en un lugar abandonado es cada vez mayor. De los más de 300.000 habitantes que tenía Jersón en febrero de 2022 quedan ahora menos de 50.000. Pasamos rápido a través de la calle Perekopska, una extensa avenida que sus habitantes tratan de evitar a toda costa, ya que se encuentra a tiro de cualquier ataque ruso. No muy lejos de allí se encuentra el edificio que los ocupantes usaban como centro de detención y donde varios ciudadanos han denunciado torturas.

Es el caso de Victoria, que nos explica cómo fue denunciada por su vecino por bromear sobre Putin y torturada por soldados rusos con corrientes eléctricas. Y lamenta cómo su ciudad, a escasos kilómetros del frente, se ha convertido en un lugar invivible. "Los bombardeos rusos son caóticos y nunca sabes donde va a caer el próximo. Últimamente los ataques se han intensificado y por eso prefiero no salir de casa. Tejo redes de camuflaje en mi garaje y mi máximo movimiento es ir a la tienda y a correos". Ya ni recuerda cuándo fue la última vez que salió de casa tranquila: "Me da miedo pasear. Tengo ganas de poder dar una vuelta a pie con una taza de café con leche en la mano. Quiero bajar a las orillas del río y no ver alambradas y minas; quiero pasear por el parque y moverme tranquilamente por mi ciudad".

Imagen de una casa derruida en la localidad de Jersón
Imagen de una casa derruida en la localidad de Jersón
Carlos Pérez Palomino

Victoria asegura que las alarmas ya no significan nada para ella. En Jersón, para evitar que suenen las 24 horas, únicamente se utilizan cuando se producen ataques aéreos. Para saber si se está produciendo un bombardeo de artillería o llega un dron hay que mirar aplicaciones o canales de Telegram. "He aprendido a comprender los tipos de artillería y su sonido. No quiero que por no saber el alcance del disparo me pueda encontrar debajo de un proyectil", dice.

Durante el recorrido por la zona baja de la ciudad, rara vez nos cruzamos con alguien. Paramos en un barrio donde el olor a humedad lo impregna todo. En la madrugada del 6 de junio de 2023 la presa de Nova Kajovka, a varios kilómetros de aquí, voló por los aires provocando una crisis humanitaria y medioambiental sin precedentes. Mientras Ucrania y Rusia se acusaban mutuamente de la autoría del ataque, en las dos orillas del río se producía una inundación que provocó la muerte de entre 40 y 60 personas (según qué país contabilice) y la evacuación de 17.000 solo en los territorios bajo control ucraniano, con 24 aldeas afectadas. Al otro lado, Rusia estima que más de una docena de localidades sufrieron las inundaciones, aunque el número de evacuados no está claro.

Una de esas casa que quedaron bajo el agua fue la de Tatiana, que nos cita en su barrio, hoy completamente abandonado, para enseñarnos los estragos de lo ocurrido. Realizamos la entrevista bajo un tejado de su vivienda. Está a punto de caer, pero el soldado nos advierte que sería lo mejor, ya que al ser una zona pegada al río los drones atacan constantemente. "Al principio los militares rusos estaban por todas partes, venían a las casas fingiendo que estaban buscando armas, pero en realidad abrían armarios y vestidores y, cuando encontraban algo que les gustaba, lo cogían. No podíamos decir nada porque sino podíamos acabar en el sótano [en referencia a los lugares de detención]".

Uno de las avenidas de Jersón, desierta a plena luz del día
Uno de las avenidas de Jersón, desierta a plena luz del día
Carlos Pérez Palomino

El día de la explosión de la presa reconoce que no fue muy consciente de lo que podía pasar. Recogieron algunas cosas y se las llevaron, pero tres horas después el agua empezó a subir rápidamente y apenas tuvieron tiempo para guardar los documentos más importantes. "Aunque era junio, el agua estaba muy fría y nos llegaba hasta el pecho", explica Tatiana. Su vida ahora está en la zona alta de la ciudad. Y afirma que ha tenido suerte de que alguien le haya alquilado una habitación. "No podemos irnos, tengo a mi madre de 90 años paralizada y tampoco tenemos dinero ni lugar al que ir", explica. El miedo, en cualquier caso, sigue latente. Desde hace meses, siente pánico al pasar por cualquier parada de autobús, donde sufrió un ataque de lanzacohetes a escasa distancia. "Cada vez que sales a la calle, compras un billete de lotería. No sabes si volverás a casa".

Mientras realizamos la entrevista, la sirena suena de fondo. Le acompaña el ruido de la artillería rusa cayendo de nuevo. Salimos de la ciudad tras varias horas. Cuando estamos a punto de pasar nuevamente el checkpoint, se escucha el sonido de varios proyectiles. Esta vez más cerca. Es el Ejército ucraniano respondiendo a los ataques rusos. Por el retrovisor dejamos Jersón, un lugar en continua destrucción.

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