Empezar de cero en el triángulo del horror de la guerra: así se trabaja en la reconstrucción de Irpin, Bucha y Borodyanka

Ucrania se reconstruye en plena guerra
Ucrania se reconstruye en plena guerra
Ucrania se reconstruye en plena guerra
Ucrania se reconstruye en plena guerra
Carlos Palomino

El dos de marzo de 2022, Ucrania ya sabía que la guerra acabaría pronto si no conseguía frenar el avance ruso hacia la capital. Las tropas de la Federación Rusa estaba ya en Irpin, una de las localidades más cercanas a Kiev. Para evitar la entrada en la ciudad solo había una opción: volar el puente. Las imágenes de cientos de personas cruzando a través del río han quedado para la historia del país. Tanto es así que, una vez recuperada la región, Ucrania ha decidido mantenerlo intacto. A su lado, un nuevo puente exacto al anterior ya permite que los residentes entren y salgan con normalidad. El Gobierno de Zelenski es consciente de que, pese a que la guerra continúa, la reconstrucción del país es una prioridad.

Cuando los soldados ucranianos volvieron a estas localidades tras la retirada rusa la destrucción era evidente. Hoy, sin embargo, pasear por Irpin es una experiencia muy parecida a como lo era antes. Las carreteras vuelven a estar operativas, los comercios abiertos y buena parte de las casas ya lucen nuevas. Lo mismo ha ocurrido con Bucha, lugar donde se produjo una de la mayores matanzas en estos dos años. Las autoridades son conscientes de que en cualquier momento puede producirse un nuevo impacto de un dron o un misil, pero esperar a que termine la guerra es una opción que no está sobre la mesa si quieres que la población pueda seguir con su vida.

Según un informe del Banco Mundial, la Comisión Europea y el Gobierno ucraniano, la reconstrucción del país costará unos 450.000 millones de euros, y tardará una década en completarse una vez que termine la guerra. Kiev necesitará 15.000 millones solo en 2024, de los cuales solo tiene garantizados 5.500 por sus socios internacionales. La Agencia Estatal de Restauración ucraniana se encarga desde hace un año de todo este proceso, según ha reconocido Denís Shmihal, primer ministro ucraniano. El Gobierno dice avanzar poco a poco, aunque en muchos edificios destruidos tienen ya a sus faldas una valla metálica amarilla donde se puede leer We Build Ukraine (Construimos Ucrania).

Una valla con el lema "We Build Ukraine":
Una valla con el lema "We Build Ukraine":
Carlos Pérez Palomino

A poco más de 60 kilómetros de la capital se encuentra el pueblo de Borodyanka. Esta localidad fue ocupada por el Ejército ruso gracias a la ofensiva relámpago lanzada por las tropas chechenas de Kadyrov. La mayor parte de las viviendas fueron atacadas con misiles, destruidas en los combates de los primeros días y saqueadas durante la ocupación. Dos años después, sus habitantes pasan cada día al lado de lo que antaño era su casa y hoy es solo un amasijo de ladrillos. La mayoría de los muebles han sido retirados por los propietarios, aunque muchos otros han sido robados incluso después de la liberación, explica a 20minutos una vecina. En el interior de las casas más dañadas, el mobiliario es visible incluso desde la calle. Una nevera a punto de caer de un cuarto piso y una estantería que todavía conserva libros permite conocer el lugar exacto en el que impactó el misil. Los edificios partidos a la mitad abundan en este lugar.

Un edificio destruido en Borodyanka.
Un edificio destruido en Borodyanka.
Carlos Pérez Palomino

Uno de esos pisos es el de Mariya, una anciana que cuenta que aunque la ocupación fue rápida los daños fueron “indescriptibles”. Dos días después del inicio de la invasión los soldados rusos ya paseaban por las calles de Borodyanka. “A muchos jóvenes los mataron y dejaron en la calle y al resto nos obligaron a ponernos un brazalete blanco cada vez que queríamos salir de casa”, asegura. Su piso está vacío y aunque le gustaría volver a vivir allí la estructura está demasiado dañada para hacerlo. El bloque entero está abandonado y todavía no le han dado la fecha en la que comenzarán las labores de restauración. 

A muchos jóvenes los mataron y dejaron en la calle y al resto nos obligaron a ponernos un brazalete blanco cada vez que queríamos salir

“Llevo desde entonces en una residencia”, explica, mientras detalla cómo fueron aquellos meses de ocupación. “Yo ya estaba cansada, no tenía casa y encima por la calle nos controlaban. Un día, sin querer, me puse el brazalete en la izquierda y un soldado muy joven se me acercó y me pidió la documentación. Ya harta, empecé a gritarle en ucraniano y le decía que me la pedía a diario. Cargó el arma y me encañonó. Me dijo que me iba a matar. Y en ese momento solo pude decirle: ‘dispara, pero hazlo al corazón o a la cabeza. No a las piernas que no quiero ser arrojada en medio de la ciudad’", narra antes de despedirse.

Frente al bloque de Mariya camina también Lidiya, una mujer ucraniana que accede a enseñarnos su casa. Tras caminar poco más de 100 metros se para en un enorme socavón al lado de la acera. “Aquí está”, dice. El día 24 de febrero, mientras asistía al funeral de un familiar escucharon los primeros bombardeos en Hostomel, a 25 kilómetros. Esa fue una de las primeras localidades que las tropas rusas quisieron tomar, ya que tenía un importante aeródromo que querían que sirviera de base logística para enviar sus carros de combate. No obstante, el Ejercito ucraniano se adelantó y bombardearon la pista para evitar que pudiera ser utilizada. Aún así, en la noche del 26, cuando la conquista de la ciudad parecía casi inevitable, su casa fue destruida.

Lidiya muestra el paisaje desolador que rodea ahora su ciudad.
Lidiya muestra el paisaje desolador que rodea ahora su ciudad.
Carlos Pérez Palomino

“Había ido a buscar mis gatos, que estaban en casa de una amiga, cuando varias bombas convirtieron mi edificio de cinco plantas en una montaña de piedras. Lo destruyeron por completo”, explica Lidiya, que recuerda que diez de sus vecinos murieron en el ataque. “Solo encontraron dos cadáveres”, añade. Tras esconderse varios días en el sótano de unos conocidos recuerda como al salir a la calle vio a los soldados tiroteando los edificios que no habían sido destruidos. Su casa, sin embargo, no era ya más que un recuerdo.

El Estado no me ha dado la ayuda todavía, me ha dado un certificado que dice que están obligados a entregarme dinero dentro de un tiempo, pero no sé cuándo será. En Borodyanka no se invierte lo suficiente, después de dos años están empezando a construir ahora”, nos dice. Al fondo del pueblo se escucha el sonido de un tractor. Es domingo, pero una decena de obreros están trabajando poniendo material aislante a un nuevo edificio. Al salir del pueblo se cruza un camión cargado con vallas amarillas. A los lados tiene una inscripción: We Build Ukraine.

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