Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Mary Poppins y Sabino Arana en First Dates

-¿No tendrás algún abuelo vasco?
-¿No tendrás algún abuelo vasco?
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-¿No tendrás algún abuelo vasco?

BBFC podría ser una nueva empresa de comida rápida con sabor a barbacoa o un equipo de fútbol de Bombay, pero es la British Board of Film Classification, la agencia británica de clasificación de películas. Se fundó en 1912 y en aquellos años, la última palabra también empezaba por la misma letra, pero tenía otro significado: censores. Se llamaba Agencia Británica de Censura de Películas.

Ciento doce años después, como buenos británicos, siguen fieles a su esencia y tradiciones y se dedican a revisar las películas infantiles en busca de pequeños detalles que puedan ser sospechosos para los delicados ojos de los niños del siglo XXI. Esta vez le ha tocado a Mary Poppins, la magistral película de Disney que adapta los libros de Pamela Lyndon Travers. Han encontrado esta vez que la palabra “hotentote” tiene un cierto tono peyorativo y que puede ser ofensiva con una tribu que vivía cerca del Cabo de Buena Esperanza. Mary Poppins ya no es una película calificada para todos los públicos, ahora pasa al siguiente escalón por lenguaje discriminatorio.

Lo de entender las obras artísticas como documentos hijos de su tiempo lo dejan para otros.

Ya hemos dicho que la empresa Disney se parece bastante a un partido político transnacional y que lleva tiempo dedicada a revisar su catálogo de películas clásicas y a meter en el cajón, sin el menor respeto a sus creadores y espectadores, algunas películas que han envejecido mal para los ojos acomplejados y miopes de los directivos de la compañía. Lo de entender las obras artísticas como documentos hijos de su tiempo lo dejan para otros. A Disney le preocupa el dinero y sabe que la solución está en el refrito porque el ingenio es una moneda al aire.

Mientras canturreo la locura aquella de “supercalifraginosequé”, me encuentro con un interesante artículo de Fernando Palmero en El Mundo en el que se habla de los 120 años de la muerte del ideólogo del nacionalismo vasco, Sabino Arana y, casi sin darme cuenta, me acuerdo de Mary Poppins. Leo la revista Hermes en la que se trata de mantener viva con respirador, hemodinámica y diferentes goteros la ideología de Arana y donde se justifica su pensamiento en artículos que defienden al fundador atacando siempre a terceros.

En una comunicación que firma Jean-Claude Larronde se afirma lo siguiente: “Estamos totalmente de acuerdo con Koldo Mitxelena cuando dice que Sabino era más xenófobo que racista. Además,su xenofobia se limita a España, así que es más bien antiespañol, hispanófobo”. Eso mismo, una joya de persona. Y me pregunto ¿por qué siempre nos metemos con la Mary Poppins de turno y no nos enfocamos en otro tipo de obras? ¿Por qué las revisiones sirven para los dibujos animados y las películas infantiles y no se enfocan en otras ideas rancias, de origen dudoso y con un increíble tufo a odio?

Imagino a Mary Poppins y a Sabino Arana intercambiando impresiones en una mesa del programa de citas y casquería First Dates. Ella le contaría que se dedica a hacer el bien y a ayudar a los que lo necesitan con su imaginación y su fantasía. Él le hablaría de su patria vasca y le explicaría sus idealismo excluyente, su adorable xenofobia y su amor por lo propio. Seguro que saltaba la chispa y surgía el amor. O no.

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