El orfanato de Kiev que transforma los proyectiles en obras de arte: "Esta es la mejor forma que tenemos de ayudar"

El orfanato de Kiev
El orfanato de Kiev
El orfanato de Kiev
El orfanato de Kiev
Carlos Palomino

Cuando alguien entra en el Internado de Rehabilitación nº21 de Kiev lo primero que llama la atención es el sonido. El ruido del suelo crujiendo por los pasos de varios niños que se persiguen es un hilo musical que solo se interrumpe cuando alguien ajeno a aquel ambiente hace acto de presencia. La curiosidad momentánea que ha generado ese silencio y esa cara de sospecha se diluye rápidamente cuando el perseguido es tocado por la espalda. La carrera se vuelve a reanudar. Esta vez en dirección contraria. En medio del pasillo camina con la autoridad de un profesora y la dulzura de una madre Yuliya, la subdirectora. Los jóvenes que pasan a su lado le saludan con cariño. En este orfanato y centro de educación especial pasan sus días 180 niños y niñas. De ellos, 50 pasan también las noches. La mayoría tras haber perdido a familiares durante la invasión rusa.

En estos dos años recién cumplidos, la guerra ha dejado más de 10.000 civiles muertos. Muchos de ellos dejan detrás una familia que trata de recomponerse. Y, en el peor de los casos, a un menor que pasa a manos de un Estado que ahora mismo está más centrado en luchar para que su país no desaparezca. A este centro a las afueras de Kiev han llegado decenas de niños procedentes de la provincia de Donetsk, sobre todo de Bajmut, una ciudad asediada durante casi 10 meses de la que miles de los que huyeron lo hicieron con la mochila de haber visto perecer a sus familiares.

También viven en el centro jóvenes desplazados de la misma región o de Zaporiyia, también ocupada actualmente por las tropas rusas. Otros, sin embargo, son hijos de soldados que se encuentran en el frente o incluso hay casos de niños cuyas familias no se pueden encargar de ellos por estar en ciudades ocupadas. Del total de menores que acuden a diario al centro, 44 de ellos tiene discapacidad desde la niñez. Lo que antes era un orfanato ahora se ha convertido también en un centro en el que nuevos profesionales tratan de ayudar en las tareas de rehabilitación y educación específica.

Las encargadas de este orfanato saben que sanar no es sencillo. La directora del internado, Lidiya, cuenta que cerca del 30% de los niños necesitan apoyo psicológico y de seguridad emocional. Los sonidos de una guerra que continúa les recuerdan que su vida es ahora muy diferente. Varias veces por semana, "a la hora que sea", las alarmas antiaéreas de Kiev suenan alertando de un posible ataque. Los niños deben bajar ordenadamente al sótano, acondicionado especialmente para ellos. Varias salas con literas les esperan. Varios cojines de colores y algún peluche tratan de romper con la estética de lo que realmente es: un refugio antiaéreo. "Y esto está mucho mejor ahora porque al principio de la guerra no había nada. Tenemos que ir poniendo cosas y arreglando poco a poco", cuenta Yuliya, mientras recuerda cómo vivieron los primeros días de la invasión.

Solo cinco escasos días después de que el primer soldado ruso entrara en Ucrania, las tropas del Kremlin ya estaban a las puertas del orfanato. Pushcha-Vodytsya es un barrio de la capital ucraniana que hace frontera con las localidades de Irpin y Bucha. Dos pueblos que fueron ocupados y sufrieron los estragos de las matanzas y, con ellas, de la acumulación de cientos de cadáveres en fosas comunes. Algunos de ellos, niños, según reconoce el Gobierno ucraniano. Como rememora la subdirectora al pasar por una puerta en la que la masilla tapa varios agujeros, cuando los bombardeos se hicieron cada vez más intensos y los rumores apuntaban a una llegada inminente, tomaron la decisión de evacuar a los nueve niños que vivían entonces allí. Esa misma noche, recuerda, varios misiles impactaron en los muros del patio. Aunque hoy se han reconstruido, les recuerda a diario lo que podría haber significado no haber tomado esa decisión a tiempo.

Los anchos pasillos del edificio están repletos de estanterías que muestran los trofeos ganados por sus pinturas. Incluido un premio de dibujo del Ejército ucraniano que han ganado los niños. Un mural titulado 'La guerra bajo los ojos de los niños' expone decenas de pinturas. Una madre sujetando a un bebé mientras se producen bombardeos, un niño llorando, un soldado o una joven bajo el lema "Ucrania por encima de todo". "Este es de una niña de Bajmut", puntualiza Yuliya.

Al fondo, por una puerta abierta por la que llega el sonido de varias mesas moviéndose sale una profesora que nos invita a pasar a ver la artesanía que hacen los niños. Desde bolas de Navidad hasta sacos de tela para decorar la casa. "Hacemos esto para luego venderlo", explica. De una caja saca cartuchos de balas que han sido pintadas. "Estas balas vienen del Donbás para que aquí se decoren y se puedan vender", dice la subdirectora. No es lo único que llega a este centro para recaudar dinero. También tienen varias recubiertas de proyectiles de artillería usados en la guerra. Uno de ellos tiene pintado una especie de lobo. "Todavía no sabemos a qué precio podremos venderlo", bromea.

Imagen de uno de los proyectiles pintados en el orfanato de Kiev.
Imagen de uno de los proyectiles pintados en el orfanato de Kiev.
Carlos Pérez Palomino

Lo cierto es que en este tiempo han conseguido enviar tres drones al frente gracias al dinero que han recaudado, afirman orgullosos. Además, también mandan velas hechas a mano con cartón y cera para que los soldados puedan mantenerse calientes y preparar comida. "Los jóvenes nos piden hacer algo para ayudar y esta es la mejor forma que tenemos", reconocen. La guerra no solo ha aumentado el número de niños huérfanos o desplazados que tienen que acudir a estos centros para vivir, sino que las adopciones, además, son cada vez más escasas. Ya en su despacho, la directora nos confirma que las familias extranjeras ya no pueden adoptar en Ucrania y que, en las condiciones actuales, no muchas ucranianas pueden hacerlo.

A los 16 años les espera una vida fuera de estos muros, aunque muchos de ellos vuelven regularmente cuando necesitan algo. Los niños siguen creciendo y, por ello, todas las trabajadoras insisten en que sientan ese lugar como una casa. La guerra decidió por ellos. Pero en la medida de lo posible, intentan combatirla.

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