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La depresión limita la respuesta al tratamiento, eleva la discapacidad y aumenta la mortalidad en la enfermedad neurológica

Tanto la ansiedad como la depresión pueden provocar un peor descanso por la noche. Además, los medicamentos que se usen para tratarlos pueden tener efectos secundarios como el insomnio.
Hombre con depresión
Pixabay/HolgersFotografie
Tanto la ansiedad como la depresión pueden provocar un peor descanso por la noche. Además, los medicamentos que se usen para tratarlos pueden tener efectos secundarios como el insomnio.

La depresión aumenta la carga de la enfermedad neurológica al limitar la respuesta al tratamiento, aumentar la discapacidad, reducir la calidad de vida y elevar las tasas de mortalidad, según el artículo ‘Depresión en las principales enfermedades neurodegenerativas y accidentes cerebrovasculares. Una revisión crítica de las similitudes y diferencias entre trastornos neurológicos, publicado en la revista ‘Brain Sciences’.

La depresión en el contexto de las enfermedades neurológicas suele estar “infravalorada e infratratada”, y presenta retos en su diagnóstico debido a la heterogeneidad de los síntomas y a su posible confusión con otras enfermedades, según afirma la revisión.

Además, la depresión y la ansiedad son comorbilidades psiquiátricas prevalentes en los trastornos neurológicos, con un sustancial impacto tanto entre quienes las tienen como en sus cuidadores.

Así, entre un 30% y un 50% de las personas que tienen una enfermedad neurológica también padecen depresión. Igualmente, los trastornos neurológicos y la depresión pueden compartir procesos fisiopatológicos y, en algunas enfermedades, como el alzhéimer, la epilepsia o el accidente cerebrovascular, existe una relación bidireccional con la depresión, de modo que esta es un factor de riesgo para ciertos trastornos neurológicos y viceversa.

“Esa relación quiere decir que, en muchos de estos pacientes, la depresión es secundaria a la disfunción propia de redes neuronales que están afectadas por la propia enfermedad neurológica”, afirmó el neurólogo del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau y uno de los autores del artículo, Javier Pagonabarraga.

Si la depresión no se detecta ni se trata junto con el trastorno neurológico, puede provocar la persistencia de los síntomas y una mayor discapacidad, según expone el estudio. El tratamiento de la depresión en estas enfermedades requiere de un enfoque que contemple tanto los aspectos neurológicos como los psiquiátricos y psicológicos, que debe pasar por estrategias integradoras con intervenciones farmacológicas y no farmacológicas.

Para el doctor, “la depresión está infradiagnosticada porque muchos neurólogos aún se centran en el diagnóstico de la enfermedad neurológica y comprenden la depresión solo como una dificultad de adaptación a la enfermedad neurológica”.

Por ello, añadió que, quizás, “falta esta comprensión de que los síntomas de la depresión están causados por la misma disfunción de los circuitos cerebrales”. En este sentido, los neurólogos deben reconocer los síntomas, realizar un diagnóstico e iniciar la terapia de forma precoz, según pone de manifiesto este artículo.

Por otra parte, los síntomas neuropsiquiátricos en la enfermedad de Parkinson contribuyen más a la discapacidad, a peor calidad de vida y a mayor carga para los cuidadores que los síntomas motores, tal y como refleja la revisión publicada. Por tanto, el inicio temprano del tratamiento para los síntomas depresivos en el Parkinson es “crucial”, expresa el estudio.

Del mismo modo, la depresión es el trastorno afectivo más frecuente tras un ictus y afecta a la rehabilitación posterior, a la calidad de vida, a la mortalidad y a la discapacidad. La depresión post-ictus (DPI) puede ocurrir en una de cada tres personas con ictus, aproximadamente, y permanece estable hasta 10 años después del ictus, según concluyó el análisis.

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