La leyenda que esconde el Museo Reina Sofía de Madrid: sus orígenes hospitalarios y el fantasma de Ataúlfo

Entrada del Museo Reina Sofía.
Entrada del Museo Reina Sofía.
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Entrada del Museo Reina Sofía.

Hoy es hogar del Guernica de Picasso y de decenas de miles de obras de arte que cada año visitan millones de personas, pero el Museo Nacional Reina Sofía no fue siempre epicentro del arte en Madrid, sino el núcleo de una leyenda negra que aún persigue el presente de uno de los museos más importantes de la capital.

Hace más de tres décadas, el Reina Sofía era simplemente un edificio abandonado que previamente había servido como Hospital General, albergue... y hasta cementerio. Tres títulos que han contribuido a que se hayan contado historias de almas perdidas que vagan por sus pasillos y de gritos y ruidos que se escuchan en estancias que permanecen vacías.

El fantasma de Ataúlfo

Fue allá por los noventa, poco después de la llegada del Guernica, cuando los trabajadores del Museo Reina Sofía alertaron de sucesos paranormales en el edificio y dieron nombre al popular fantasma del Centro de Arte tras una sesión de ouija en el sótano: Ataúlfo.

El periodista Ángel del Río contó sobre él en su libro Duendes, fantasmas y casas encantadas de Madrid que el espíritu advirtió de una desgracia a uno de los empleados que participó: unos días más tarde, un familiar del mismo perdió la vida en un accidente de tráfico. 

Desde entonces, las bajas médicas y las peticiones de traslado de vigilantes del edificio fueron constantes, lo que llevó al inicio de investigaciones más profundas y el hallazgo de numerosos cadáveres en el recinto.

El origen de la leyenda

La historia del Reina Sofía, que no se convirtió en museo hasta la década de los 80, se remonta al siglo XVI, cuando el rey Felipe II centralizó en ese espacio todos los hospitales de la Corte, en lo que terminó resultando en un albergue al que acudían personas sin recursos. Muchas murieron allí y, según se dice, allí fueron enterradas

En 1788, pasó a ser Hospital General de Madrid, ya con Carlos III en el trono, en los siglos XVII y XVIII actuó como Hospital General de la Pasión y, finalmente, en los siglos XIX y XX fue el Hospital Provincial de Madrid, hasta que en 1965 se clausuró, pasando abandonado las siguientes dos décadas.

El edificio estuvo a punto de ser demolido en varias ocasiones, pero fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1977, lo que evitó su desaparición. Tres años más tarde, comenzaría su restauración para terminar convirtiéndose en el Centro de Arte Reina Sofía en 1986, empleando las plantas 1 y 2 como salas de exposiciones temporales. La última reforma que se llevó a cabo en él tuvo lugar en 1988, cuando se construyeron las tres torres de ascensores de vidrio y acero.

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