Las restricciones por la sequía comenzaron hace poco menos de un año en Cataluña y ya por entonces fueron muchas las voces que alertaron de que la situación requeriría inversiones formidables y medidas urgentes, mientras el Govern se enredaba en otros asuntos políticos, llámenlos referéndum, amnistía o dónde está Waterloo. Ayer se decretó la inevitable situación de emergencia –no llueve ni a tiros–, y se multiplicó el anuncio de medidas. Los expertos volvieron a alzar la voz: el sol tendrá culpa, pero se podía haber hecho y planificado mucho más. Y es que Cataluña es España y, como tal, hasta que el problema no llama a la puerta no se mueve un dedo. A buenas horas.