Casi todos los glaciares de Groenlandia se han reducido o retrocedido en las últimas décadas, lo que ha provocado una aceleración del aumento del nivel del mar e impactos climáticos en todo el mundo. A lo largo de décadas se han recopilado 236.328 observaciones tomadas a mano que se han introducido en un modelo con inteligencia artificial con el fin de determinar la posición de los glaciares entre 1985 y 2022. El resultado obtenido es que la capa de hielo en Groenlandia se ha reducido en torno a 5091 km2.
Aunque la pérdida de hielo apenas ha tenido un impacto directo significativo en el nivel global del mar, su influencia es suficiente para alterar la circulación oceánica y la distribución de la energía térmica en todo el mundo, dado que incide en la salinidad del agua. La salinidad, una variable que se aborda con menor frecuencia que la temperatura debido a la complejidad de su medición, ha sido objeto de estudio a través del proyecto de investigación del satélite SMOS, iniciativa de la Agencia Espacial Europea destinada a medir los niveles de salinidad en la Tierra.
El 71% de la superficie terrestre está cubierta por el océano, un factor de gran relevancia en el almacenamiento y distribución de la energía térmica a nivel mundial. El desplazamiento del calor a través de las corrientes oceánicas, tanto locales como globales, incide significativamente en la regulación de las condiciones meteorológicas locales, las temperaturas extremas y la estabilidad de los patrones climáticos a escala global.
Además, el océano presenta corrientes interconectadas que se ven influenciadas y desviadas por diversos elementos como los vientos, las marejadas, la rotación de la Tierra, la radiación solar y las variaciones en la densidad del agua. Factores como la topografía, la configuración de las placas oceánicas y las características geográficas circundantes también ejercen influencia sobre las corrientes oceánicas, determinando su tamaño, forma, velocidad y dirección.
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