Padre, madre, hijos, hermanos, cuñada, tías, primos y sobrinos juntos celebrando su cumpleaños en un restaurante. Alejados de formalidades y protocolos. Solo los más cercanos estaban convocados para el almuerzo al que se quiso dar un carácter íntimo, aunque dadas las circunstancias en la familia Borbón, el hecho se convierte en excepcional.
Allí estaban los reyes Felipe y Letizia, el rey Juan Carlos y la reina Sofía y los miembros más cercanos de la familia. La artífice de este difícil logro fue la infanta Elena, que ese día cumplía sesenta años. Todos respondieron a su llamada.
Tras la abdicación del rey Juan Carlos, su nueva residencia en Abu Dabi y la tormentosa separación de la infanta Cristina, que tanto desmembró la familia, Elena se convirtió en el nexo de unión entre ellos.
Viajó con frecuencia a Suiza para apoyar a su hermana en los momentos más duros de su separación, estuvo al lado de su madre en los días difíciles que ha tenido que vivir la reina en los últimos tiempos y se desplaza con frecuencia a los Emiratos para estar cerca de su padre, con quien comparte también sus escapadas a Sanxenxo.
De la infanta Elena se ha dicho siempre que es la más Borbón de la familia, la más cercana a su padre en gustos y aficiones. Ha hecho de la discreción su seña de identidad. Sobrevivió sin escándalos a la ruptura de su matrimonio con Jaime de Marichalar y capeó, como pudo, el protagonismo, no siempre deseado, de sus hijos, que ahora parecen centrados en sus nuevas ocupaciones. Victoria triunfa como influencer y Felipe trabaja en Emiratos cerca de su abuelo.
Elena de Bordón vive un buen momento. Todo en orden.
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