Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Vox envenena los sueños del PP

El líder de Vox, Santiago Abascal.
El líder de Vox, Santiago Abascal.
Europa Press
El líder de Vox, Santiago Abascal.

Nunca fue fácil la relación del PP con Vox. No podía serlo porque Santiago Abascal ya militó en las filas populares y montó su partido como una escisión por entender que su discurso radical allí no tenía futuro. Para Abascal, el entonces líder del PP, Mariano Rajoy, era demasiado flojo, lo que explica que hallara refugio en los brazos de su rival en el partido, Esperanza Aguirre, quien le puso al frente de un chiringuito montado con dinero público cuya actividad concreta no conocían ni los consejeros de la entonces presidenta de Madrid.

Aguirre y Abascal coincidieron el fin de semana pasado en Buenos Aires, invitados a la toma de posesión de Javier Milei. Fue allí y en plena euforia ultra donde el líder de Vox soltó en Clarín una frase de las que ponen los pelos como escarpias. Dijo Abascal "que habrá un momento en el que el pueblo querrá colgar por los pies a Pedro Sánchez".

La cita contiene todos los elementos básicos del populismo: hablar en nombre del pueblo, deslegitimar al gobernante elegido democráticamente e incitar al odio. Tal afirmación no fue fruto del calentón ultra vivido en el festival de Milei, la ratificó después e incluso pidió a su secretario general, Ignacio Garriga, que la defendiera, lo que hizo torpemente invocando la Historia por, dijo, la suerte que corrieron, "colgados por los pies", muchos dictadores.

No sé lo que Garriga entiende por dictadura, pero en todos los regímenes totalitarios de la historia los partidos contrarios al poder fueron ilegalizados y sus líderes encarcelados junto a los periodistas críticos. Así actuó Mussolini, al que tanto añora la ultraderecha europea, y al que los partisanos, no sus admirados camisas negras, sí colgaron por los pies. Esta vez el presidente del PP reaccionó rápido en su condena a semejante dislate, que calificó de lamentable, aunque añadiendo que "va en la línea marcada por el PSOE de levantar muros", una forma de responsabilizar a Sánchez de lo que Vox le dice.

En cualquier caso, el rechazo de Feijóo a las palabras de Abascal, que el líder de Vox calificó de participación en su linchamiento, complican aún más las ya envenenadas relaciones del PP con Vox que tanto sueño le quitan, una formación con la que gobierna coaligado en cinco comunidades autónomas y un centenar de municipios. Hace tiempo que en Génova entendieron que la formación ultra es el baldón que les impidió acceder a la Moncloa, a pesar del enorme desgaste con que llegó el Gobierno socialista al 23-J.

Vox no solo divide el voto de la derecha, sino que su presencia en la ecuación le imposibilita acuerdos con fuerzas como el PNV, que antaño sujetaron gobiernos populares. La remodelación en la cúpula del PP, reforzando su ala más dura con nombramientos como el de Miguel Tellado, Rafael Hernando y, sobre todo, Cayetana Álvarez de Toledo, constituyen un intento de competir en dureza con Vox, lo que resulta cuestionable porque los de Abascal no tienen límites mientras que un partido de Estado como el PP sí ha de tenerlos. Moreno Bonilla en Andalucía y el propio Feijóo en Galicia arrinconaron a la ultraderecha y ganaron sus mayorías absolutas abanderando la moderación, no yendo al rebufo ultra.

Santiago Abascal cargó contra el PP por su acuerdo con el PSOE y Sumar en el reparto de comisiones en el Congreso y en el pleno llamó estafador a Feijóo, con quien pretendía llegar a la Moncloa. Pomposamente, anunciaron la ruptura de relaciones con los populares aunque sin renunciar al poder que les cedieron en comunidades y ayuntamientos. En Génova dicen que no entienden nada. ¡Con lo claro que está!

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