Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Ya casi no me creo el cine. ¿También te pasa?

Un elemento necesario para ir al cine.
Un elemento cada vez más necesario para ir al cine.
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Un elemento necesario para ir al cine.

Se han hecho públicos hace unos días los nominados a los premios Goya, a los Globos de Oro y pronto empezaremos a hablar de los Oscar y a mí me ha dado por pensar que cada vez me creo menos las películas. Siempre me ha costado aceptar ese pacto implícito entre el director de cine y el espectador por el cual se cree lo que una película plantea. Desde pequeño he tenido la fea costumbre de buscar la trampa, el decorado, imaginar el guion escrito, poner en duda frases o situaciones y nunca me pareció de recibo que el mismo tipo que hace de Indiana Jones sea también Han Solo. Siempre me gustaron más los libros que las películas, pero aprendí a disfrutar del cine y lo he pasado bien.

No soy un gran cinéfilo. Hago lo que puedo. Crecí con el cine americano de los ochenta y me encanta todo lo italiano. Aún no he salido de La gran belleza, aunque algún experto me ha indicado el camino. Estoy todavía en ello. El pequeño crítico con el género que siempre fui sigue vivo y tiene algunas razones renovadas con lo último que ha visto que desea compartir para ver si no está solo en esto. No quisiera generalizar porque hay excepciones maravillosas, pero ahí van mis argumentos y reflexiones.

Cada vez me creo menos los decorados. Solo veo naves industriales con fondos verdes. Se nota mucho en grandes superproducciones americanas que ya no ven la luz del sol. Es todo falso. A mí me gusta ver ciudades de verdad y no trampantojos. El sonido en casi todo el cine es insoportable. Hay que ver todas las películas con el mando a distancia y con subtítulos. Hay un desnivel inexplicable entre sonido ambiente y diálogo. La música está altísima y se come todo. Hay ruidos atronadores que no se parecen en nada a la vida real.

Algunos guiones que parecen supervisados por comisiones parlamentarias de igualdad transversal sostenible.

Los sonidos de cristales rotos, puertas que se cierran, pasos y demás son siempre el mismo. La música trata al espectador como a un idiota y le cuenta sin ningún reparo lo que va a pasar cinco segundos después. Hay mucho cine, sobre todo el español, en el que no se entiende nada de lo que dicen los actores y hay formas de interpretar y de hablar en susurros que se han normalizado y que son un esperpento.

Algunos guiones parecen supervisados por comisiones parlamentarias de igualdad transversal sostenible. El talento del creador pasa unos filtros intolerables de corrección. Hay algunas empresas que quieren estandarizar la narración y el éxito como si fueran fábricas de neumáticos. Se cuenta la misma historia reformateada. Se inventa poco. El profesional habla de aparatos y soluciones técnicas en lugar de ideas y el refrito se ha sublimado como si todo en la vida fuera un maldito musical. Las series son los libros de los que no leen y son también un lugar en el que estar, descansar y dejarse llevar, pero son más largas que un día sin pan. Solo por la pesadez de sus apóstoles, dan ganas de no ver ninguna. Ya me he quedado tranquilo. Voy a ver qué echan.

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