Veo con interés la entrevista de Jordi Wild a Andy y Lucas. El periodismo tiene que reflexionar ante este tipo de entrevistas largas, empáticas y sin cronómetro ni frenética venta de colchones, cestas de Navidad o remedios contra la disfunción eréctil. Tendrá que hacer una reflexión de forma, pero también de fondo, ya que con esta técnica, el entrevistador obtiene la información que desea con la precisión de un cirujano, mientras que el tradicional periodista de radio, con su inquisición contra reloj y su costumbrismo apestoso de ya casi es viernes, suele sacar tópicos, frases hechas, inercia y aburrimiento.
Andy y Lucas le cuentan a Jordi Wild su vida entera. Le explican las razones de su parón y recorren con detalle su trayectoria artística. No hay prisa, nadie los persigue. Andy, el que fuera el flaco de la pareja, el que cantaba lo de “a veces la miro y lloro y lloro”, el trozo más emocionante del himno “Tanto la quería”, habla con soltura y deja frases para esculpir en el mármol. Entre otras cosas, explica que ya no disfruta saliendo por la noche, que las discotecas lo aburren y lo abruman.
El periodismo tiene que reflexionar ante este tipo de entrevistas largas, empáticas y sin cronómetro ni frenética venta de colchones, cestas de Navidad o remedios contra la disfunción eréctil.
Andy confiesa que ha encontrado cierta paz en ir al bingo. Va con amigos y en situaciones especiales, no está mucho rato y disfruta de un cubata que casi no puede beberse. La concentración en los números, el silencio, la compañía y la posibilidad de ganar son mano de santo. Andy se siente feliz en el bingo e identifica un aburrimiento en el bullicio, en el vacío triste que producen las aglomeraciones con la música a todo trapo. Aunque es cantante, dice que no ha cantado nada, ni una miserable línea.
Hasta la palabra discoteca suena ya vieja. Quizá haya que inventar otra pronto, alguna aberración en inglés que nos calme la ansiedad. Sala de fiestas suena a baile de jubilados con pajarita. Pub es una palabra reservada a borrachos acodados en una barra y a establecimientos con decoración irlandesa de parque temático en una calle de Móstoles. Bar no sirve tampoco, es un concepto demasiado amplio y colonizado hasta por los chinos. Lounge, club, antro, garito, cervecería, taberna, sala de copas, chupitería son otros nombres que tampoco cubren esta necesidad.
Hay quien se hizo DJ para no aburrirse. Los veo en la cabina con unos auriculares simulando hacer algo. Es su forma de estar en la noche, pero sin tener que mezclarse. Tienen coartada y, a veces, cobran. Cada uno debe encontrar su sitio y la noche es un espejo oscuro que, de pronto, te enseña cómo eres de verdad y lo solo que estás entre tanto ruido, tanto movimiento y tanta chorrada. Por eso me encanta que Andy, el que llevaba los pendientes de aro en Andy y Lucas, encuentre la paz en el silencio relativo del bingo.
Comentarios