Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Investidura o investidura

El expresidente de la Generalitat y líder de Junts, Carles Puigdemont, junto al número 3 del PSOE, Santos Cerdán, el pasado lunes.
El expresidente de la Generalitat y líder de Junts, Carles Puigdemont, junto al número 3 del PSOE, Santos Cerdán, el pasado lunes.
PSOE EFE
El expresidente de la Generalitat y líder de Junts, Carles Puigdemont, junto al número 3 del PSOE, Santos Cerdán, el pasado lunes.

A medida que vayan transcurriendo los días y el apoyo de Carles Puigdemont se retrase más y más, tal vez hasta el límite de la convocatoria de nuevas elecciones, se evidenciará cuánta razón tenía el veterano dirigente socialista vasco Odón Elorza en el último Comité Federal del PSOE cuando se mostró crítico con la estrategia negociadora de Pedro Sánchez. "Considero que no ha existido un plan B tras nuestra derrota electoral el 23-J", afirmó desde su independencia de criterio, avalada por una trayectoria política intachable que le llevó a ser alcalde de San Sebastián en unos años muy duros frente al terrorismo de ETA.

Para Elorza, un plan B significa una estrategia pensada para preparar la hipótesis de una repetición de las elecciones. En cambio, "se renunció a esa opción y nos hemos volcado en el plan A para sacar la investidura. Si finalmente se celebraran nuevas elecciones, acudiríamos en una posición de gran debilidad", advirtió. De las palabras de Elorza se desprende que, habiendo renunciado al plan B, ahora el PSOE no tiene más remedio que acabar sometiéndose a todas las peticiones de Puigdemont. De lo contrario, ir a elecciones sería el desastre.

Si al principio de la negociación los socialistas hubieran exigido al fugado en Waterloo (al mismo que ahora llaman "president") la renuncia a la unilateralidad, un relato sobre el procés que no fuera una humillación para la Justicia española y un perímetro limitado para los delitos amnistiables, las negociaciones con Junts no hubieran posiblemente progresado, y hoy ya tendríamos la fecha electoral del 14 de enero marcada en el calendario. En ese escenario, los socialistas no tendrían nada que reprocharse y podrían concurrir bajo la bandera de los principios constitucionales de unidad e igualdad. Ahora, en cambio, Sánchez no tiene otro horizonte que "investidura o investidura".

La consulta a los militantes socialistas se ha saldado con un apoyo abrumador al secretario general para negociar y ceder lo que haga falta. Es un cheque en blanco porque el único acuerdo conocido es el alcanzado con Sumar y, una vez iniciada la votación interna, con ERC. Pero el texto de la amnistía, que es el nudo gordiano de todo, sigue siendo una incógnita. Elorza exigía otra consulta interna cuando se haga público el texto de dicha ley. Apelaba a la razón democrática, de lo contrario, afirmaba, "se trata de mera adhesión". Sin embargo, no me cabe la menor duda de que el grueso de los afiliados apoyaría lo que Sánchez les presentase. Están convencidos de que cualquier cosa sería preferible a un gobierno de las derechas, democráticamente elegido. Es una forma muy peligrosa de razonar, que contiene el germen del autoritarismo. Así mueren las democracias, recuérdenlo.

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