A medio camino entre el avestruz y la gallina, el takahé es un ave no voladora neozelandesa, que desde el siglo XIX se consideraba extinta. Su pico rojo y su plumaje azul la convierte en un símbolo de la 'resurrección' para los conservacionistas, que hoy celebran su recuperación, con más de 400 ejemplares vivos. 

Cazados masivamente

Antes de la llegada de los europeos al continente australiano, los maoríes -habitantes nativos de las islas de Nueva Zelanda-, habían cazado masivamente a los takahñe. Aunque no fue hasta que llegaron los colonos cuando fueron reducidos masivamente.

Del museo a la vida: así es como los científicos han logrado recuperar el ARN de un animal extinguido

En 1847 comenzó a escribirse sobre esta especie a partir de los huesos fósiles de uno de ellos, y durante algún tiempo, se encontraron algunos por la Isla Sur de Nueva Zelanda, aunque muy pronto -en 1898- se dieron por extintos. 

Redescubrimiento de los takahñe

Cincuenta años más tarde, en 1948, el médico neozelandés, Geoffrey Buckland Orbell, encontró los últimos ejemplares silvestres de esta especie en las montañas de Murchison, de la Isla de Sur, y comenzó su proceso de recuperación.

En un principio, se centraron en la protección de la especie en las cuatro islas libres de depredadores (Te Hoiere, Mana, Kapiti y Tiritiri Matangi) y más tarde, allí mismo, se incubaron artificialmente huevos silvestres y se criaron antes de devolverlos a su hábitat.

En 2010 continuó la repoblación de estas aves mediante la crianza natural en el Centro Burwood Takahé -donde se habían incubado artificialmente-así como en otros santuarios y, ocho años más tarde, se reintrodujo la especie en el Parque Nacional Kahurangi.

Los takahñe pueden vivir entre 16 y 18 años en libertad y entre 20 y 22 años si reside en un santuario. En libertad habitan en praderas, salvo cuando nieva con intensidad y se generan capas de nieve gruesas, que se refugian en el bosque y se alimentan de hojas ricas en almidón procedentes de matas y juncos.