OPINIÓN

Ten cuidado, la prisa mata

La plaza de Yamaa el Fna.
La plaza de Yamaa el Fna.
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La plaza de Yamaa el Fna.

Estás de viaje por Marruecos. Los comerciantes te invitan a entrar en sus negocios, conocer la mercancía, verla con calma, charlando y tomando un té. La mayoría rechazamos la oferta bajo la excusa de que no tenemos tiempo, queremos ver muchas cosas y no pasarnos la tarde en una tienda. Ante nuestros nervios apresurados, la respuesta suele ser la misma: «Amigo, la prisa mata». Qué razón tienen. Nos pasamos el día resolviendo problemas urgentes, pero aparcando los importantes, como esa charla, ese paseo o ese beso.

Lo explica el periodista Carl Honoré en su famoso libro Elogio de la lentitud. El culto a la velocidad se ha convertido en el estándar social de nuestro mundo moderno. Todos tenemos prisa, no hay tiempo para nada ni para nadie. Pero, ¿no habíamos inventado las máquinas para que hicieran nuestro trabajo? Tanta prisa mina nuestra salud, especialmente la mental. También deteriora la calidad de vida. Y paradójicamente afecta a nuestra productividad, pues las cosas las hacemos cada vez peor, puro escapar, no hay tiempo para discutir ni para reflexionar.

Sufrimos la enfermedad del tiempo. Nos hemos convertido en el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, y por mucho que corramos llegamos tarde a todas partes porque la cita era para ayer. Es el culto a la velocidad. En lugar de nadar, volamos raudos en tablas de kitesurf. En lugar de caminar, corremos o montamos en motos, coches y patinetes. Todo es una carrera contra reloj donde el pez rápido se come al lento.

Ahorramos tiempo tan solo para poder hacer más cosas, pero se nos va el tiempo en lo menos importante, el trabajo, y se lo quitamos a lo necesario, disfrutar. La prisa no solo mata. Nos roba lo más preciado de la vida, la serenidad.

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