Juan Carlos Blanco Periodista y consultor de comunicación
OPINIÓN

Siete votos, un fugado y una investidura

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez durante la rueda de prensa ofrecida tras la cumbre informal de la Unión Europea celebrada este viernes en Granada. EFE/Miguel Angel Molina ESPAÑA UE CUMBRE
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez durante la rueda de prensa ofrecida tras la cumbre informal de la Unión Europea celebrada este viernes en Granada. EFE
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez durante la rueda de prensa ofrecida tras la cumbre informal de la Unión Europea celebrada este viernes en Granada. EFE/Miguel Angel Molina ESPAÑA UE CUMBRE

Ya podrán hablar de que es una amnistía en favor de la convivencia, del reencuentro y del diálogo que esta estrategia de robarle el arpa celestial a algún ángel perdido y repetir como robots un océano de cursilerías no esconde la verdad: Pedro Sánchez no está negociando la amnistía con los independentistas "para superar las consecuencias judiciales" del procés ni para cumplir "el mandato democrático de las urnas", sino para seguir en el poder cuatro años más. Y punto. No hay más. Necesita los siete votos de un tipo que se fugó del país en el maletero de un coche y le va a dar el ‘regalo’ que este ha pedido a cambio del ‘sí’ de sus diputados en el Congreso de su odiada España. De hecho, si no necesitara al prófugo, Sánchez no habría cambiado de opinión la noche electoral del 23 de julio, seguiría defendiendo que la amnistía no cabe en la Constitución y nos hubiéramos ahorrado el surrealismo de ver a sus partidarios más recalcitrantes recitando naderías para sostener lo que rechazaban hasta ayer.

Habrá amnistía y habrá gobierno, pero el daño a la democracia española de una decisión tan contraria a los valores y principios que nos definen dejará una huella que no borrará la agenda social que los corifeos de Sánchez pregonan con el entusiasmo de quien anuncia la llegada del Mesías del progresismo. Eso sí, hay que reconocerle al presidente que sí ha cumplido con una de sus promesas más contundentes. Dijo que iba a traer a España a Puigdemont y lo va a hacer. Y lo único que va a cambiar es que no vendrá a cumplir por los delitos por los que se le persigue, sino a darse un baño de masas en la plaza de Sant Jaume como si fuera el hijo pródigo de Tarradellas. Pero eso ya dará igual en la nueva Arcadia feliz de la Cataluña en paz, en armonía y en concordia.

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