Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Hablar, hablar y hablar

Estudiantes en la entrada de clase (imagen de archivo).
Estudiantes en la entrada a clase.
EUROPA PRESS / Archivo
Estudiantes en la entrada de clase (imagen de archivo).

Es imposible estar todo el tiempo encima de ellos, cierto. Es imposible y tampoco es sano. En cuanto inician su etapa adolescente hay que medir muy bien el equilibrio entre empezar a soltar los amarres, dejarles que empiecen a volar solos y seguir manteniendo los 'controles' para saber qué hacen, dónde están, con quién, a qué dedican su tiempo libre…Un equilibrio muy difícil y que no siempre logramos hacer bien.

Lo que ha pasado estos días con los menores que han desnudado a sus compañeras de colegio con inteligencia artificial ha sonado a escándalo y lo es: menores utilizando la tecnología para generar imágenes pornográficas tan reales, tan explícitas, que algunas chicas siguen en shock sin atreverse a salir solas de casa, con sus madres y padres también traumatizados, temiendo que esas fotos acaben en foros poco recomendables. El daño que les han hecho es irreparable, es así. Su confianza en lo que son, en su identidad virtual, ha quedado tocada, me temo que para siempre. Nunca estarán del todo seguras de que esas fotos suyas no sigan pululando por ahí, nunca sabrán quién las ha podido ver o quién las sigue utilizando. ¿Su jefe dentro de unos años? ¿Sus compañeros de trabajo?

El padre de una de esas chicas nos pedía a todos reflexionar sobre esto. Me pareció que, siendo como son víctimas, ponerse en el lugar de los chicos que han cometido ese delito, porque esto es un delito, decía mucho de él. Nos pedía a todos que no viésemos a esos chavales como delincuentes: "Pueden ser sus hijos". Y es así: están expuestos a toda esa tecnología, la tienen al alcance de la mano, es fácil de manejar. Tan fácil que no son conscientes de las consecuencias de lo que han hecho. Son chicos que todavía no tienen la madurez suficiente como para calibrar el alcance de lo que supone publicar esas fotos. No saben que es un delito, que pueden ser condenados a multas que acabarán pagando sus padres. No lo saben, pero en nuestra mano está el contarles, el enseñarles, que eso que hacen no está bien.

Muchas veces nos aislamos de esas nuevas tecnologías, creemos que tantas aplicaciones nos llegan demasiado tarde, que todo eso ya no es para nosotros. Pero no podemos ni debemos dejarles que sean ellos quien exploren todas esas nuevas aplicaciones. Recuerdo que cuando mi hija me pidió abrirse un perfil de Instagram, la condición que le pusimos fue que me abriera a mí uno, me aceptara como su seguidora y, al principio, me consultara cada foto que fuera a subir. Lo último que me apetecía era tener un nuevo perfil en redes, pero ahí estuve durante algunos años. Con el perfil inactivo, pero al menos al tanto de lo que hacía ella.

Todo eso es cuestión de educación, en casa y en el colegio. Hablar, hablar y hablar con ellos, por mucho que resulte complicado, por mucho que nos cueste, por mucho que pretendan aislarse.

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