José María de la Riva Exconcejal del PSOE en Madrid
OPINIÓN

Una propuesta obsoleta

Iñigo Urkullu con Pedro Sánchez en foto de archivo
Iñigo Urkullu con Pedro Sánchez en foto de archivo
GOBIERNO VASCO - Archivo
Iñigo Urkullu con Pedro Sánchez en foto de archivo

La dinámica territorial es un proceso inagotable con tantos terminales que es complejo acertar en el desarrollo de un modelo político. Desde el sentimiento, la estructura del territorio y los elementos puramente geográficos (divisoria de aguas, lagos, ríos, montañas, mares, etc.), la política debe buscar el marco más adecuado para satisfacer todos esos elementos.

La propuesta de nuevo modelo territorial que ha presentado el señor Urkullu, con tintes "idílicos", en el fondo es un retroceso, si no ¿para qué sirve Europa?

¿Qué hace la institución europea intentando poner argamasa en un modelo territorial que tenga al conjunto de los países europeos con un mayor compromiso común? Lejos de ser una propuesta novedosa, se trata más de un retorno a un modelo territorial caduco que al avance que implica Europa.

Los Reyes Católicos, esos con los que a muchos nacionalistas españoles se les llena la boca diciendo que son los "constructores" de España, basaron todo su poder en una organización política que respetaba las voluntades legislativas de los diferentes reinos que constituyeron España.

Los Reyes Católicos basaron todo su poder en una organización política que respetaba las voluntades legislativas de los diferentes reinos que constituyeron España

Un régimen polisinodial que se mantuvo con la Monarquía Hispánica de los Austrias y que concluyó con los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, a principios del siglo XVIII tras la Guerra de Sucesión. Va a permitir a la nueva monarquía, los Borbones, replantear el sistema polisinodial y organizar una administración centralizada en un conjunto de órganos colegiados.

Este debate tiene una premisa fundamental que es nuestra actual Constitución, especialmente su título VIII que estructura el territorio. Pero su reforma se describe con claridad en el título X, artículos 167 y 168.

La organización del territorio viene condicionada por múltiples factores, pero muy especialmente por la localización de actividades económicas y por los desequilibrios que genera la concentración o ausencia de personas, lo que produce problemas de cohesión social. Esto determina que la ordenación del territorio tiene una gran importancia estratégica políticamente, a lo que conviene añadir el nivel competencial desde la que se ejerza, lo que significa un elemento con base fundamentalmente política.

Nuestra actual Constitución tiene su base referencial prioritaria en las legislaciones francesas y alemanas. En ambas es la persona el centro del objetivo, intentando cumplir la igualdad de oportunidades para todo el territorio.

Tanto en Francia como en Alemania, la clave de su legislación sobre ordenación del territorio es el equilibrio de este. Hay que tener en cuenta que Europa basa su construcción en favorecer la convergencia de los modelos que la componen.

En 1999 la Comisión Europea desarrolla la Estrategia Territorial Europea, con la consolidación de la Agenda que la pone en funcionamiento. En dicha estrategia se anuncia como uno de sus objetivos el incremento de un sistema compensado y policéntrico de ciudades, requiriendo para alcanzar el objetivo el impulso de regiones con capacidad de integración en la economía global, frente al tradicional proceso centro–periferia que ha tenido la Unión Europea. De igual modo, se propone la exigencia de profundizar en el incremento del policentrismo, en los niveles nacionales y regionales, que nos llevará a un desarrollo policéntrico ecuánime.

Tanto en Francia como en Alemania, la clave de su legislación sobre ordenación del territorio es el equilibrio de este

Es evidente que la Estrategia Territorial Europea trata de ajustar ese impulso equilibrado y sensato del conjunto de la Unión Europea. En un marco en que la cohesión socioeconómica, con la que nació la Unión Europea, va a estar asociada a la territorial.

Obviamente esto se aleja considerablemente de lo planteado en el debate de los nacionalismos periféricos de España, pero exige una seria reflexión de coherencia al nacionalismo español.

Hay que insistir en la complejidad del debate, pero sería más acertado indagar en cómo acertamos mejor: si reforzando el modelo europeo o recuperando iniciativas que se han demostrado infructuosas a lo largo de la historia para una mejor convivencia y desarrollo solidario del conjunto del territorio.

La clave debe estar en estructurar un patrón que evite confrontaciones permanentes y que garantice modelos culturales que, en el fondo, son la armadura de la mayor parte de los procesos sociales y su subsistencia a largo plazo.

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