La historia se repite. Cada vez que las condiciones atmosféricas o alguna adversidad complican el transporte aéreo o ferroviario oímos las quejas de los viajeros abandonados a su suerte.
Decenas de miles de personas vieron alterada estos días la vuelta de sus vacaciones a causa del temporal, un imponderable ajeno a las compañías aéreas y de ferrocarril que no les exime de atender bien a sus clientes.
La falta de información en aeropuertos y estaciones y de una logística alternativa que palie los trastornos ocasionados revelan un desdén que la Administración no debe consentir.
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