Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Feministas, pero poco

El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, en la rueda de prensa en la Asamblea General Extraordinaria el viernes 25 de agosto.
El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, en la rueda de prensa en la Asamblea General Extraordinaria el viernes 25 de agosto.
Europa Press
El presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, en la rueda de prensa en la Asamblea General Extraordinaria el viernes 25 de agosto.

El machismo es más fácil verlo en el vecino de al lado que en uno mismo. Las cadenas de televisión también representan este particular vecindario en el que, a veces, somos incapaces de intuir en nosotros mismos aquello que observamos con nitidez en el otro. Hay canales que cuelgan, raudos, la bandera del feminismo y, a la vez, sus programaciones están cargadas de sesgos machistas. La tele actual parece avanzar hacia un patrón estético monolítico, donde los perfiles de las mujeres están claramente limitados a un físico, a una juventud, a un estatus, a un tacón y a una sonrisa. Diversidad real, poca. Y una parte de la población se marcha a otros lugares, donde se siente más reconocida. 

Parecido sucede con los enfoques de las informaciones. Se ve claro con el tratamiento del caso de Luis Rubiales, que ha logrado un gran consenso social. Algo hemos avanzado, también en televisión. Sin embargo, existen magacines de canales generalistas, tan habituados a técnicas del reality show, que no tardan en poner todo a debate. Y los derechos humanos nunca pueden estar a debate. Así vemos espacios capaces de denunciar lo dañino de las actitudes machistas de Rubiales y, al minuto, rebatirse a sí mismos con familiares del ex presidente de la Real Federación Española de Fútbol que culpabilizan a la víctima. De manual de machismo, se provoca una revictimización a través de la tele.

La responsabilidad de los medios de comunicación está en proteger a la víctima. No exponerla más. Aunque se olvida, ya que estamos adictos al espectáculo del sensacionalismo, venimos de un info-entretenimiento de pocos escrúpulos y hay que rellenar muchas horas de emisión. Resultado: incluso se da relevancia a "amigas" que justifican a Rubiales con el básico argumento de que pidió permiso antes del beso con la repetida pregunta de "¿un piquito?". Como si esa ya no fuera una prueba suficiente: un jefe extralimitándose de sus funciones. 

Son los mismos programas que conectan con una manifestación donde se sostienen carteles contra la víctima. Poco antes, hasta un reportero lee en directo la invitación a tal movilización. Una estampa que recuerda al caso Nevenka. Aunque, esta vez, sólo sean unas decenas de personas. Entonces, ¿por qué se sobrerrepresenta un acto insignificante en los medios? Por el morbo. Sólo por el morbo.

Es la contradicción de los programas del corazón (y algún que otro formato de actualidad): los propios magacines que critican el machismo terminan poniendo en el disparadero a la víctima dando voz a reflexiones misóginas del estilo "pues ella tenía cara de alegría" o "cuando una mujer se siente de verdad agredida actúa de otra manera". Siempre aparecen los que dicen a la víctima cómo y cuándo actuar, cuándo y cómo sentir. 

Todo con tal de aumentar horas con el interés de la audiencia prendido. Un tema de este calado se debe tratar con conciencia crítica y perspectivas más periodísticas y constructivas que, incluso, hagan pedagogía de por qué Luis Rubiales y su familia parece que sigue sin entender qué hizo mal. Pero hay una televisión en la inercia de años y años colocando todo en posiciones enfrentadas, hasta aquello que es inadmisible, excusándolo bajo frases hechas del tipo "yo digo mi verdad", "yo soy libre y puedo decir lo que quiera" o  "todas las opiniones son respetables". No, no todas las opiniones son respetables. 

Rubiales ha intentado parapetarse en algunos de estos prejuicios tan asumidos como sociedad machista. Incluso exponiendo primero a sus hijas, después a su madre y primas casi como un escudo personal. Más mujeres víctimas. 

La sociedad, por suerte, ya no está ahí y las futbolistas de la selección saben que la vida se juega en equipo. Es la manera de conseguir esa igualdad que se ha venido obstaculizando desde el paternalismo de unos y otros, extrapolable a tantos ámbitos. Ahora, tienen la seguridad del título de campeonas del mundo y el apoyo de una España que está desaprendiendo el machismo gracias a referentes visibles como ellas, referentes que no permiten que nadie hable por ellas. Aunque siempre haya algún machito intentándolo.

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