Batol Gholami, refugiada afgana en Madrid: "Nací en la guerra, me crié en la guerra y ahora sigo viviendo en la guerra"

fotografo: Jose Gonzalez Pérez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Mujer afgana en Madrid
Batol Gholami, refugiada afgana en Madrid y fundadora de la ONG AYLA.
JOSÉ GONZÁLEZ PÉREZ  
fotografo: Jose Gonzalez Pérez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Mujer afgana en Madrid

En la azotea de un edificio del barrio madrileño de Fuencarral, Batol Gholami llora en silencio y sola. Sus lágrimas tienen que ver con el dolor por la pérdida, por la separación forzosa, por no poder conseguir sueños y tampoco compartirlos... porque Batol, con tan solo 25 años, tuvo que dejar su país, Afganistán, y a su madre y seis hermanos para huir del drama talibán y llegar a un lugar con un futuro mejor. Con libertad. Tras 10 mesesn en Madrid y a punto de que se cumplan dos de la toma de Afganistán, esta joven, aún sin permiso de residencia y fundadora de la ONG AYLA (Afghanistan Youth Leaders Assembly), lucha porque las mujeres de su país sean libres, aunque ahora a 8117,2 kilómetros de distancia. 

"Nací en la guerra, me crié en la guerra y ahora sigo viviendo en la guerra", señala rotunda. Batol nació en el año 1998, cuando los talibanes también tenían el control del país y creció en una ciudad pequeña llamada Baghlan (epicentro de producción del azúcar-remolacha en el norte de Afganistán y una de las ciudades menos desarrolladas de Afganistán), en una familia numerosa. De religión musulmana, dentro de su núcleo familiar nunca ha tenido que sufrir ni el machismo ni la intransigencia del régimen. "Mientras que la sociedad no creía en las habilidades de las niñas ni daba valor a sus sueños, mi familia estuvo conmigo, orgullosa de mí", explica la joven. "Sin duda, mi familia era única en mi comunidad, especialmente mi padre y mi hermano menor. Sin su apoyo, el camino habría sido imposible", añade. 

La joven activista tuvo suerte de contar con unos padres y hermanos que la animaban a ser lo que quería ser, "una líder influyente". "Mi padre me decía que era su estrella, que quería verme en el escenario más grande del mundo, y aunque no tengo su bendición desde noviembre de 2018, estoy segura de que tengo su oración, él puede verme desde el cielo…", añade. Y si pudiera verla se daría cuenta de que su hija, tras vivir siempre bajo un yugo sinsentido, ha sabido reconstruirse a cada paso, hasta llegar a España, donde no duda en admitir que "el feminismo es un derecho humano". "Soy feminista gracias a mi padre", señala y explica que también, ver cómo las niñas no podían acceder a estudios superiores en su escuela, "estaba mal visto o incluso prohibido que estudiaran o trabajaran", le dio otro empujón para sentirse capaz de enfrentarse a la animadversión por las mujeres. 

Pese al empuje de Batol, que como CEO de AYLA organiza actividades y conferencias, clases online relacionadas con el empoderamiento de la mujer e incluso pruebas gratuitas de inglés para jóvenes en Duolingo, dejar a su familia atrás para seguir viviendo en libertad a veces le pesa. Siente que debería estar con su madre, ya que es la más joven y la única soltera de sus hermanos, y su pena es que su padre ya no pueda disfrutar de sus éxitos, como el máster que comenzará en septiembre en la Universidad Carlos III. "Los talibanes me han quitado gran parte de mi vida", afirma. "Han eliminado los sueños de millones de personas, incluyéndome a mí. Estudié Informática y tenía la intención de trabajar, pero tuve que migrar a otro país con la dificultad que eso supone", agrega. 

"Algunas de las organizaciones que trabajan para los refugiados no prestan atención a su situación, sobre todo a las mujeres solteras

Reunificación y residencia

La joven Batol, que todavía no ha conseguido hacerse con el idioma español -"está lleno de desafíos y momentos estresantes"-, ha pasado de un campo de refugiados en Guadalajara al barrio madrileño de Villaverde. Allí, comparte piso con dos chicas de América latina y, en su día a día, se preocupa de formarse haciendo cursos subvencionados. El problema: aún no tiene residencia. Un trámite que ha tardado entre 3 y 5 meses para la gran parte de sus conciudadanos y que todavía no ha llegado a manos de la activista. "Estoy muy agradecida a la Embajada de España por ayudarme cuando nadie más lo hizo, pero algunas de las organizaciones que trabajan para los refugiados no prestan atención a su situación, especialmente en el caso de las jóvenes solteras", denuncia. "Espero que el Ministerio de Inmigración de España pueda prestar más atención a la carga de trabajo de las organizaciones que trabajan para los refugiados y que mi situación se regularice".

fotografo: Jose Gonzalez Pérez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Mujer afgana en Madrid
Batol Gholami en la Puerta del Sol de Madrid.
JOSÉ GONZÁLEZ PÉREZ

Otra de las cargas sobre los hombros de Batol es no poder reunirse en España con su madre. En su momento, "ella quiso venir pero no pudo ser", ahora se lamenta porque al no tener la residencia, no puede trabajar y no sabe por dónde empezar. No es la única. Familias completas han tenido que separarse a causa del drama provocado por los talibanes. El Gobierno evacuó a 3.900 colaboradores afganos, según datos de agosto de 2022 facilitados por el Ministerio de Exteriores en su página web, cuando se cumplió un año de la toma del poder de los talibanes. Pero todavía hay miles de estos colaboradores y sus familiares que siguen en el país, en constante peligro de ser castigados por los las autoridades de Kabul.

Además, uno de los hermanos de la joven afgana que es periodista de radio y televisión, se encuentra atrapado en  Pakistán. "Llegó allí el segundo día de la toma del país por parte de los talibanes. Hace casi 2 años que vive en la incertidumbre mientras no hay apoyo del Gobierno pakistaní para los refugiados afganos. Otro de mis hermanos ha intentado que alguien le ayude en esta situación, pero sigue allí", relata. 

El día que se abran las puertas de las universidades y colegios para las niñas y puedan trabajar, uno de mis grandes sueños se hará realidad

Brillar después de la oscuridad

Ni la separación, ni la pérdida son óbice para una mujer que se está haciendo a sí misma, aunque sea en un país completamente distinto con sus grandes barreras culturales e idiomáticas. Batol sabe que "se puede brillar después de una larga oscuridad" y es lo que les desea a todas las niñas y mujeres que siguen en Afganistán bajo el régimen talibán. "Quiero paz, prosperidad, desarrollo, derecho a elegir y voz en mi país. El día que se abran las puertas de las universidades y colegios para las niñas y puedan trabajar, uno de mis grandes sueños se hará realidad", señala, y además añade un mensaje para todas sus conciudadanas, a las que ofrece los servicios de su ONG: "Nunca dejes de aprender". 

Y si Batol tiene que enumerar los sueños que le quedan por cumplir lo tiene claro: "Quiero ser una mujer con Educación para cumplir mis sueños y, sobre todo, los de mi padre", dice. "Servir a los seres humanos me da paz y me motiva a trabajar duro y empoderar a la comunidad de mujeres para que alcen su propia voz, porque sus voces son valiosas y deben ser escuchadas", agrega. "Las mujeres no son un segundo género, son humanas y tienen derecho a elegir y vivir en paz", remata. 

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