Mariano Gistaín Periodista y escritor
OPINIÓN

La era X: inercia y sorpresa

Un operario se dispone a abatir al pajarito de Twitter en la sede de la empresa en San Francisco.
Un operario se dispone a abatir al pajarito de Twitter en la sede de la empresa en San Francisco.
EFE/EPA/JOHN G. MABANGLO
Un operario se dispone a abatir al pajarito de Twitter en la sede de la empresa en San Francisco.

Ha coincidido el escrutinio del 23-J con el cambio de denominación de Twitter, que ahora se llama “X”. Entramos en la Era X, que es la incógnita en marcha, la era de las sorpresas. La medida del tiempo es la sorpresa. El pajarito que pía, que tanto debe a Baltasar Gracián, marca la hora sensitiva del planeta.

España ha votado por la interinidad: el resultado, propio de la Era de la Sorpresa, se puede interpretar como la apuesta por un gobierno en funciones, que no haga nada, que de su valor a la inercia. Inercia y sorpresa. Hemos votado por prolongar un gobierno que no legisle, que no haga nada, que deje la rutina en manos de los funcionarios, que en este momento se tendrían que ocupar de sus vacaciones. Sobre todo, un gobierno que no nos hable, que no emita mensajitos y que no nos diga cómo hemos de vivir. Estamos saturados de que nos digan qué pensar. Cierto que nos encanta, sobre todo si coincide con lo que ya pensábamos, pero tanto de todo también cansa.

Quizá hemos votado vacaciones de sentido. Tras la indigestión de memes, polémicas e insultos, sugerimos que por fin no pase nada. Hablar sólo de la X. Cierta interinidad emocional. La legislatura, como el mundo, ha padecido un exceso de contenido: muchas personas no hemos podido seguir ni entender la exuberancia de vocablos, la confusión y la sobredosis de conceptos y tendencias que cada minuto emite la metrópoli y sus disidencias globales y locales. Yo siento una saturación de ineptitud propia y veo que muchas de esas monsergas abstrusas son exageraciones interesadas, negocios y luchas por el poder. Intentar descifrar las tendencias culturales y/o políticas y refrescar los cambios del vocabulario que imponen es agotador. Intentar pensar al margen es ruinoso, la libertad es carísima.

España ha pedido un descanso, unas vacaciones de política para poder vivir su vida intensamente

En la Era de la Sorpresa cada cual vive su vida con mucha intensidad. Hay que hacer muchas cosas, hay que aprovechar a tope. La secuencia pandemia invasión inflaciones como remate del CRACK 2008-23, y la aceleración de vidas en emisión continua (streaming) han revalorizado el vivir a tope.

El modelo de las bodas son las fiestas de El Gran Gatsby (y ahora las de Babylon), las terrazas y bares y conciertos y corridas de toros y toda clase de verbenas y espectáculos… Los guías turísticos apenas duermen, el turismo abarrota lo que puede. Veinte mil aviones volando a la vez: el aeropuerto de Teruel –aparcamiento de aviones–, se vuelve a quedar medio vacío. El meme como si no hubiera un mañana cae en desuso porque resulta demasiado largo. La única manera de obtener una milésima de atención-vida es sorprender. La atención siempre es vida de alguien, no es algo abstracto, es cuantificable, valiosísimo. Los robots que van a triunfar son los de escucha y compañía. Los chats IA son ensayos y simulaciones para ese supersector: alguien o algo te escucha puesto que te responde.

Me escuchas luego existo.

(¿Habría que completar con Te escucho luego existo? ¿Qué esfuerzo es mayor, el de conseguir contenidos sorprendentes de alto impacto emocional –¡y que rimen!– o el de interrumpir el propio hilo mental, suspender el yo, para escuchar con atención plena?).

La sorpresa es esencial: Elon Musk lo ha vuelto a hacer: 44.000 millones de dólares por Twitter, despidos masivos, pérdida de anunciantes y cotización… Alternativas: Mastodon, Threads de Meta, muchas más… Pero él cambia el nombre y el logo de un día para otro, y consagra la “X”, la expectativa… de que el propio Twitter, ahora X, recrecido con IA, nos escuche y nos responda SIEMPRE, no como los humanos, a los que hay que seducir.

El 23-J ha coincidido con la Era X con su propia X. Estamos en la onda/partícula, en el momento Elon IA. España, que (todavía) incluye a sus negacionistas, ha encumbrado también la X y pide tiempo. El tiempo sin nada, tiempo muerto, es siempre una X. Tiempo sin gobierno, inercia, rutina, silencio legislativo. España ha pedido un descanso, unas vacaciones de política para poder vivir su vida intensamente, que es lo que pide el cuerpo, los cuerpos. Con un gobierno en funciones el tatuaje puede esperar porque hay menos presión: cada cual puede ser él mismo/a sin hacer nada, sin forzar. Bajo un gobierno interino existir es más barato, hay más hueco.

La política local y la geopolítica del mundo han colonizado las mentes y han gestionado los cuerpos hasta el fondo: cada célula es más pública que nunca. La comunión ininterrumpida de la humanidad por wifi es total y la individualidad, que era la ganadora hasta 2008, se disuelve en el mundo y en los demás. La lucha por existir se amplía y se confunde con el imperativo de disfrutar, vivir intensamente, dar sentido a una vida sometida al mundo y sus supermemes.

Las elecciones han pedido tiempo para las vidas individuales, ampliar la jornada de reflexión, rebajar el insulto y aprender a conllevar la X permanente.

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