"La vida está por delante. No os pongáis en plan nostálgicos. Si no os han sabido entender aquí, algunos, no os preocupéis, os entenderán, allí, otros". El silencio se hizo entre el ruido del Estudio 1 de Telecinco. Mercedes Milá había hablado, y mirando poderosamente a cámara.

La periodista estaba realizando una reflexión que vale para cuando un trabajo se acaba pero, sobre todo, puede ser un empujón para la vida en general. Porque la vida es agarrarse a la esperanza. 

Y, entonces, Milá se fue rauda del plató. El polígrafo final apremiaba. Pero no ha sido nada insustancial y casual que Mercedes Milá haya protagonizado la gran entrevistada del último Deluxe, mientras unos operarios teatralizaban el desmontaje de la escenografía que ha acogido el universo de Sálvame durante los últimos 14 años. Ahora sí, era el adiós.

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Las paredes de los viejos Estudios Roma estaban quedando al descubierto. Aunque también estaba quedando más patente el fin de una era, pues Sálvame y Milá tienen en común una de las llaves maestras de la televisión que, sin embargo, está empezando a sentirse en desuso: la generosidad a la hora de compartir de tú a tú con el espectador.

"Milito con la libertad, con la creatividad, con el espectáculo", explicó Milá en el mismo inicio de la charla con María Patiño y Terelu Campos. En épocas en las que el activismo se enfoca como arma arrojadiza, Milá lo reivindica. Sabe que el periodismo es el sano activismo de la honestidad. Y la cultura popular es la liberación del ingenio. 

Empezó y terminó bien esta entrevista que, entre medio, fue un completo caos. Quizá como homenaje póstumo a la esencia de Sálvame en sus múltiples versiones. "¿Se te ha escapado algún pedo en directo?", preguntó Patiño. Mercedes, respondió: "Claro, cómo me los voy a aguantar". El resumen más preciso de la televisión que cala. La congregación de la naturalidad sin demasiados remilgos. 

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