Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

¿Acabaremos asándonos?

Dos chicas sin mascarilla tratan de sofocar el calor con un abanico en Córdoba.
Dos chicas tratan de sofocar el calor con un abanico en Córdoba.
EFE
Dos chicas sin mascarilla tratan de sofocar el calor con un abanico en Córdoba.

No es cuestión de asustarse, al menos de momento, pero acabamos de pasar -el martes concretamente- en el conjunto del planeta que habitamos el día más caluroso en 125.000 años. No fue ayer precisamente, pero varios científicos norteamericanos, todos expertos en cuestiones climáticas consultados por Scott Dance, prestigioso periodista de The Washington Post, lo afirman. Su previsión es que 2023 será el año más caluroso de la historia y no en lugares como China o Méjico donde nunca antes se habían rebasado los cuarenta grados, sino en la tierra en su conjunto.

"La Tierra entra en un territorio inexplorado a medida que los registros de calor se disparan rápidamente” es el titular con que abre su primera página el periódico, uno de los más prestigiosos del mundo. “Hay que prepararse” para lo que se viene, concluye la información. Y se citan algunos ejemplos del cambio climático no tanto que se augura, sino el que ya se está produciendo. Lo reflejan, por ejemplo, los niveles cada vez más bajos en el hielo submarino de la Antártida, hasta ahora el territorio que más parecía conservar sus temperaturas habituales.

El calor está golpeando la Tierra, empezando por el agua de los océanos y ocasionando indirectamente todo tipo de estragos, problemas humanos y hasta del paisaje, desde la desintegración de los glaciares pasando por las sequías que incrementan el hambre en algunos continentes y las tormentas en que degeneran las altas temperaturas causando inundaciones y destrucciones y destrozando servicios como el de la energía eléctrica que se produjo las semanas pasadas en Texas.

El director del Servicio Climatológico Copernicano ha sido muy contundente: “Nunca se ha visto nada como esto”.

Los científicos coinciden en que no les sorprende lo que está ocurriendo, pero sí la rapidez con que se están produciendo los cambios y la diversidad de lugares donde surgen fenómenos inhabituales de esta naturaleza.

Además de los cambios también son importantes las consecuencias que van teniendo, como la ya mencionada sequía y sus efectos, o las olas de incendios como la sufrida recientemente en Canadá, donde el humo se expandió incluso en ciudades como Nueva York donde la contaminación del aire se prolongó varios días y fue la causa de enfermedades graves. Estamos, aseguran otros expertos, ante la mayor alarma universal.

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