¿Qué diferencia el modelo migratorio francés del español? ¿Puede llegar la ola de violencia? "Estamos en una situación de cierto peligro"

Manifestantes se enfrentan a la Policía en Nanterre, a las afueras de París.
Manifestantes se enfrentan a la Policía en Nanterre, a las afueras de París.
EFE
Manifestantes se enfrentan a la Policía en Nanterre, a las afueras de París.

Las violentas protestas que incendian las calles de Francia desde hace una semana han reabierto el debate sobre modelo migratorio francés, al que muchos señalan como el germen de los actuales disturbios, pero ¿qué ha hecho mal Francia para llegar a esta situación? ¿Está España a salvo de una vivir una explosión de violencia de tal magnitud?  

La investigadora del Real Instituto Elcano, Carmen González, detecta una diferencia fundamental entre el escenario francés y el español. "La primera gran diferencia son los tiempos. En Francia estamos hablando de la tercera o incluso cuarta generación de inmigrantes, mientras que en España hablamos de la primera o segunda generación. A España sigue llegando todavía muchísimo inmigrante nuevo porque es un fenómeno mucho más reciente. El suyo comenzó en los años 60 y el nuestro a finales de los 90. Esta es una diferencia fundamental".

Con ese planteamiento coincide el profesor belga Frédéric Mertens, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Europea y afincado en España desde hace más de 20 años: "Los jóvenes que están quemando coches y comercios en Francia no son inmigrantes, sino franceses. A lo mejor también tienen un pasaporte argelino, tunecino o marroquí heredado de sus abuelos o bisabuelos, pero son franceses como el que más porque estamos hablando de una tercera, cuarta o quinta generación".

Al respecto, sostiene que "España ha sido hasta hace poco un país de tránsito migratorio" porque los inmigrantes que pisaban nuestro país "no lo hacían para quedarse, sino para llegar a Francia, Alemania u otros países del norte de Europa". Y subraya que el hecho de que la inmigración sea un fenómeno más reciente, hace que los conflictos no hayan tenido tiempo para incubarse: "Aquí no se ha vivido ese largo periodo de frustración y confrontación frente a una cultura hermética, que en Francia se ha basado en la asimilación, en que para vivir en Francia tenías que ser francés, adoptar la cultura francesa, los usos y costumbres franceses, que tu religión fuera un asunto privado... toda esa etapa de confrontación no ha sido suficientemente larga en España".

De este modo, advierte de que los disturbios que hoy vive Francia, podrían reproducirse en el futuro en España: "Podría pasar dentro de unos años, cuando tengamos una tercera o cuarta generación de inmigrantes. Ya empezamos a tener problemas con grupos delincuentes que provienen de Latinoamérica, como los Latin King u otras bandas latinas, pero aún no hemos llegado a las tensiones raciales y religiosas entre el islamismo y el resto de la sociedad laica o judeocristiana".

"Lo que está pasando en Francia es una buena experiencia para que España tome nota para prevenir su futuro y sepa lo que hay que hacer y lo que no. Hace falta una 'realpolítica' migratoria a nivel nacional para que los inmigrantes sean realmente parte de la sociedad española y no estén apartados en zonas periféricas de las grandes ciudades. Lo que no hay que hacer es dejar que determinados barrios se transformen en guetos", dice Mertens.

"Estamos en una situación de cierto peligro a largo plazo porque la inmigración está concentrando todas las señales negativas: mayor desempleo, menores ingresos, pobreza... pero lo que nos debe alertar es la importante concentración de abandono educativo de los hijos de los inmigrantes, de la que sería la segunda generación de inmigrantes. Sus tasas de fracaso escolar son muy superiores a las de los autóctonos y eso sí que nos debe preocupar porque sin una integración exitosa en el mercado laboral, no hay integración social", señala González.

Una política de vivienda errónea

Más allá de que la inmigración sea un fenómeno reciente en España, la investigadora del Real Instituto Elcano apunta a la "política de vivienda" como otra de las grandes diferencias entre el modelo migratorio francés y el español: "En Francia hay una concentración geográfica de inmigrantes en las llamadas banlieues porque existió una política de vivienda social que construía barrios enteros, casi como pequeñas ciudades, dedicados a obreros franceses, que después fueron sustituidos por inmigrantes. Eso en España no existe porque no ha habido una política de vivienda social, con pisos asequibles a precios muy bajos. Aunque a priori es un mal para el conjunto de la población, paradójicamente ha provocado el resultado positivo de que no se hayan creado ese tipo de guetos".

Antidio Martínez de Lizarrondo, sociólogo de la Universidad Pública de Navarra y autor de la tesis La integración de los inmigrantes en España, también menciona la política de vivienda: "Hace 50 años Francia llevó a cabo una política de vivienda que se ha demostrado errónea porque agrupaba los problemas de exclusión en bloques de vivienda social en barrios extramuros, en las banlieues. Con el tiempo se ha visto que eso ha sido una bomba de relojería. Históricamente, el problema de exclusión que han tenido en Francia ha estado más relacionado con la vivienda que con la inmigración, aunque es cierto que muchas personas pobres son de origen extranjero y han terminado viviendo en esos barrios".

Aunque Martínez de Lizarrondo asegura que en España "no ha habido una política migratoria común", sino que cada autonomía "ha llevado a cabo la suya propia con notables diferencias entre ellas", sí destaca que el grado de integración de los inmigrantes es mayor que en Francia: "A nivel europeo, España es de los países donde menos sentimiento antiextranjero y antimigratorio hay. En Francia, el Frente Nacional lleva muchos años con un discurso claramente antimigratorio, antimusulmán y antimagrebí, un componente que no existía en España hasta hace muy poco con la llegada de Vox".

"En términos comparativos, en España hay una mayor integración de los inmigrantes, especialmente en algunas regiones como el eje del Ebro. Hace unos años hicimos un estudio comparando el índice sintético de integración y vimos que en País Vasco, Navarra o Aragón no había mucha distancia en los indicadores de bienestar social entre inmigrantes y autóctonos", explica.

En ese sentido, Martínez de Lizarrondo discrepa y no cree que los violentos disturbios de Francia puedan ser extrapolables a España: "Aquí ha habido conflictos muy puntuales, como en El Ejido hace 23 años, pero no veo el sustrato social para que haya un estallido de violencia generalizada como ocurre en Francia. Algo bueno habremos hecho en los últimos 20-30 años para acoger a 6 millones de personas de orígenes diversos, sin que ocurran este tipo de conflictos y espero que los poderes públicos sean lo suficientemente sensatos para evitarlos en el futuro, con medidas sociales que reduzcan la desigualdad social".

El origen de los inmigrantes es muy distinto

Carmen González también considera que el origen de los inmigrantes es una diferencia fundamental respecto a Francia: "En España el origen mayoritario de la inmigración es latinoamericano, que presenta más facilidades para la integración por el idioma y por la religión. En Francia el grueso procede de países del norte de África que tienen otro idioma y otra religión".

"Es verdad que la mayoría de inmigrantes proceden de América Latina y eso, en términos generales, ha sido bien recibido por la población autóctona. Está demostrado que los ciudadanos toman más distancia con las personas que son de un origen cultural o étnico diferente porque los ven más distintos, eso es algo que ocurre en todos los países", comparte Martínez de Lizarrondo.

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