Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

La campaña, los candidatos y los electores

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mitin de la última campaña electoral para las autonómicas y municipales.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mitin de la última campaña electoral para las autonómicas y municipales.
Gustavo Valiente / Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un mitin de la última campaña electoral para las autonómicas y municipales.

La campaña electoral se enreda. Los candidatos que encabezan las diferentes listas concurrentes por la circunscripción provincial de Madrid, únicos que en principio tienen la condición de presidenciables, están activados en modo campaña con el intento de ganar el favor de los electores inscritos en el censo. 

Compiten desviviéndose para solicitar con toda clase de argumentos y falacias que elijan la papeleta que ellos avalan para obtener en el escrutinio de las urnas una victoria con suficientes escaños en el Congreso de los Diputados como para ser investidos y pernoctar los próximos años en Moncloa. Las urnas de los colegios electorales permanecerán abiertas desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la tarde del domingo 23 de julio, pero es ahora cuando se está librando la batalla para convencer a los potenciales votantes.

El combate ha sido siempre un ejercicio de cercanía, de proximidad, de roce con los electores. Los candidatos entraban en celo, rompían durante unas jornadas la burbuja de aislamiento en la que viven, se arrojaban a la calle, al mercado, a los centros comerciales, a los parques, a las librerías, a las estaciones de ferrocarril, a los bares, a los hospitales públicos, a todos los lugares de los que permanecen habitualmente ausentes para ser vistos y fotografiados como si fueran gente del común.

Los candidatos quieren ganarse las preciadas papeletas, sin las cuales serían bajados de sus pedestales y reducidos al estado laical. Porque el ciudadano medio, después de tantas solicitudes de atención y de súplicas de favores a los políticos en el poder, cuando llegan las elecciones pasa a ser el solicitado y cortejado por aquellos a los que andaba hasta ese momento cortejando y se encuentra inundado de promesas que duran lo que las verduras de las eras, como señaló Jorge Manrique al trazar la caducidad de los bienes perecederos.

Ahora bien, si existen leyes de protección de datos, con mayor razón deberían adoptarse otras que dotaran a los electores de los correspondientes detectores de exageraciones insostenibles. Así, estarían en condiciones de rechazar bicocas imposibles de cumplirse y se evitaría que quienes terminen ganando, al día siguiente de lograr la victoria cuando vayamos a exigirles el cumplimiento de sus promesas digan aquello de que no han mentido, que solo se trata de un cambio de opinión, y continúen tan campantes después de habernos defraudado.

En esa línea se recomienda la lectura del número 45 de Cuadernos de Periodistas que edita la Asociación de la Prensa de Madrid que se ocupa de los nuevos obstáculos para la cobertura de las campañas electorales, de la utilidad menguante de las caravanas, de la manera de enfrentar las campañas de desinformación, de cómo la Ley Europea de Libertad de los Medios de Comunicación puede ayudar en la buena dirección y del recurso a fuentes anónimas que en modo alguno pueden derivar en impunidad. Además de prevenir sobre la tendencia a aceptar declaraciones enlatadas que hacen llegar a los medios los gabinetes de los partidos y de las empresas.

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