Florence Nightingale (1820-1910)  fue un ejemplo de sacrificio y perseverancia que repercutió de manera venturosa en las condiciones sanitarias de muchas personas a las que dedicó su existencia. Nacida en una familia bien posicionada económicamente, acostumbrada a los bailes, las fiestas y la vida acomodada, no dudó en tomar una decisión radical y arriesgada: marchar como enfermera a la Guerra de Crimea, espantada por las crónicas que llegaban de la contienda donde participaba Inglaterra. Ya el hecho de que una señorita de su posición emprendiera una aventura de esas características resultaba absolutamente inimaginable.

National Portrait Gallery, London. (Public Domain)

Nightingale llegó en 1845 al hospital de Scutary, un suburbio de Constantinopla donde llegaban buena parte de los heridos de la Guerra de Crimea, y lo que observó superó sus peores augurios. Nada que ver con los hospitales británicos y alemanes en los que había trabajado hasta ese momento. El edificio era grande, contaba con cuatro mil camas apiñadas y las condiciones higiénicas eran deplorables. Prácticamente era un pozo negro inmenso lleno de suciedad e inmundicia por suelos y paredes.

Emprendió un trabajo estadístico que resultó demoledor: de las 18000 muertes contabilizadas, 16000 se debían a infecciones producidas con posterioridad a las lesiones y se habrían podido atajar con un protocolo simple de prevención. Los hospitales mataban más que la propia guerra.

En esas circunstancias, aplicó estrictas medidas higiénicas, cuidó la limpieza de la ropa de los heridos y mejoró la ventilación del espacio, obteniendo unos resultados espectaculares.

Su figura ha servido de inspiración para diferentes manifestaciones artísticas, como esta pintura que muestra la llegada de los soldados heridos al hospital, procedentes de un periplo en barco a través del Mar Negro, desde Crimea, que en ocasiones duraba hasta tres penosas semanas. 

National Portrait Gallery, Londres. (Public Domain)

Su vida se ha llevado también a la danza de la mano de la bailarina y coreógrafa Tamara Rojo. Dado que ha dirigido hasta hace poco el English National Ballet, aprovechó la popularidad de Florence en Inglaterra para insertar su personaje en el ballet clásico Raymonda, como hemos visto recientemente en el Teatro Real de Madrid, en una preciosa producción. La imagen de la 'Dama de la lámpara', que ya en vida se popularizó notablemente debido a su costumbre de recorrer por las noches las salas del hospital ayudada por una lámpara de petróleo, ofrece una plasmación coreográfica como la de la fotografía de portada. Homenaje también al colectivo de enfermeras que, impulsadas por Florence, se embarcaron en una labor pionera, puesto que fue esta guerra donde por primera vez las mujeres se dedicaron a atender a los soldados heridos.

La serie de literatura infantil Mis pequeños héroes ha dedicado un libro a esta gran mujer, dentro de una colección con la que Shackleton Books da a conocer vidas realmente ejemplares a los niños. El video anterior es un resumen del mismo. Es un modo de trasladarles auténticos valores que engrandecen al ser humano, en esta época en que cualquier cantamañanas difunde su vacua existencia forrada en euros a miles de seguidores. En el libro se muestra a los más pequeños la vocación de ayudar a los más necesitados, se resume la extraordinaria labor de Florence Nightingale desde que nació, de manera circunstancial, en la ciudad de Florencia. De ahí su nombre de pila.