Helena Resano Periodista
OPINIÓN

Ya está bien

Aficionados valencianistas en Mestalla gritan a Vinícius Junior.
Aficionados valencianistas en Mestalla gritan a Vinícius Junior.
GETTY IMAGES
Aficionados valencianistas en Mestalla gritan a Vinícius Junior.

No soy una habitual de las gradas, me refiero a las de los estadios de fútbol o de baloncesto. Y últimamente ya ni siquiera de los partidos de rugby, he dejado de estar en la banda animando. Admito que he ido muy pocas veces a ver un partido de fútbol de Primera División. Si hago memoria creo que no llega ni a 3 partidos. A baloncesto alguna más. Y en todas, no daba crédito a lo que escuchaba de la gente que tenía alrededor. Que el deporte es una válvula de escape para aliviar las tensiones se lo toman algunos al dedillo: allí sueltan todas sus frustraciones, las suyas y las ajenas. Allí hay carta blanca para gritar lo que quieras, al árbitro, sobre todo, al equipo contrario, al entrenador del equipo contrario, al de tu equipo, al jugador de turno y hasta al que sale con la botella de agua en los tiempos muertos.

Lo que se dice y grita en los estadios jamás nadie sería capaz de decir o gritar en mitad de una función de teatro o de un concierto de música. Pero en las competiciones deportivas de masas, sí. Se ha normalizado, es parte del espectáculo. Es más, lo divertido parece que es quedar con los amigos e ir a allí a decir de todo. Lo que más, insultos. De todo tipo. Y se ha normalizado de tal manera que, lo contamos a diario, esto se repite en competiciones de equipos pequeños, de niños menores de edad. Padres y madres energúmenos que llegan a las manos por una discusión sobre cómo se ha arbitrado o pitado determinada jugada.

Lo del otro día de Mestalla es lamentable. Y el problema es que se ha dejado crecer demasiado. Si esto lo hubiesen cortado en el primer partido que este jugador recibe esos insultos racistas, no habríamos llegado hasta aquí. Pero siento decir, y aquí me va a tocar abrir el paraguas, que lo que dijo después él en sus redes y el propio Lula da Silva no es justo.

Este país no se puede juzgar por lo que dicen unos descerebrados en un estadio. Quienes gritan de todo a Vinícius, o a Xavi, o a Guardiola, o a los hermanos Williams, o a Figo cuando se cambió de equipo, no me representan. Ni a mí ni a muchos otros españoles. En absoluto. Desde hace demasiado tiempo hemos permitido que haya carta blanca en los estadios para decir lo primero que se pase por la cabeza, casi siempre una barbaridad más grande que la anterior. Y ahora estamos donde estamos. Pidiendo que los clubes actúen, que las federaciones actúen, que el Gobierno actúe. Y quizás hemos llegado demasiado tarde.

Hay racismo en el fútbol. Y eso tiene que acabar. Pero también hay racismo cuando no queremos saber lo que pasa en el Mediterráneo con los miles de refugiados que se juegan la vida cruzando a Europa. Tendremos que ponernos en el diván y analizar si realmente estamos haciendo todo lo que podemos para no acabar siendo una sociedad racista.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento