Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El regreso a la televisión de Màxim Huerta: una fiesta contracorriente

Máxim Huerta en 'La vida al Màxim' con Inés Ballester, Antonio de la Torre y Jau Fornés
Máxim Huerta en 'La vida al Màxim' con Inés Ballester, Antonio de la Torre y Jau Fornés
À punt
Máxim Huerta en 'La vida al Màxim' con Inés Ballester, Antonio de la Torre y Jau Fornés

La velocidad con la que se elabora la televisión de hoy ha propiciado que todos los programas se parezcan demasiado. Bueno, casi todos. Incluso es complicado diferenciar los magacines más allá de sus presentadores titulares. Los contertulios son intercambiables, los temas se replican, las escenografías siguen idénticas líneas de nave espacial. Pantallón, cartel de 'última hora' y mucho susto. 

Excepto Sálvame, pocos formatos televisivos reúnen las capacidades de inventar universos propios.  Sucede parecido en las televisiones autonómicas. A menudo, centradas en remarcar tanto aquello que se presupone que es próximo que, paradójicamente, terminan al unísono haciendo sucedáneos del reporterismos de simpatía dopada, a lo Madrid Directo. El programa más global del mundo. Quizá no somos tan distintos como ansiamos. O quizá es que vamos tan rápido que no hay demasiado margen para parar, coger aire y pensar. 

En un momento en el que los géneros televisivos están más entremezclados que nunca, sin apenas disrupciones estéticas, Màxim Huerta ha regresado a la televisión autonómica valenciana, À Punt, con un programa difícil de clasificar. ¿Un docushow? ¿Un magacín? ¿Una sitcom? ¿Una entrevista? Y ahí está su gran valor. La vida al Màxim (sábados, 22h.) transmite la artesanía de la televisión que permite la autenticidad. Ni siquiera el atrezo sigue la tendencia de lo que se lleva ahora. Incluso osa en incorporar a personajes secundarios como Jau Fornés, que irrumpen sin avisar y que alimentan más el ambiente de guateque. Con toque de surrealismo inclusive. 

Aunque el eje del programa está en la conversación. Esa conversación desenfadada y desnuda que se produce en los rincones desordenados de las fiestas de amigos en casa. Màxim Huerta huye de la entrevista ansiosa de titulares que bloquea al invitado para abrazar la charla relajada que es la que aviva las mejores reflexiones. El diálogo empático, el que termina olvidando los temores del qué dirán y otras corazas. En el primer episodio, los convidados han sido Inés Ballester y Antonio de la Torre. Espontáneos, comprometidos, abiertos, luminosos. Reconociendo la incomodidad de presentar un cuadriculado Cine de Barrio con Carmen Sevilla o recordando cómo haber triunfado con un 'síndrome del pobre' que dificultaba rechazar proyectos "por si acaso".

Un programa coral de autor que no se siente como el resto, y por eso mismo transmite más hogar que otros. No anhela la pose de la perfección, prefiere la anarquía de la confidencia.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento