Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Prohibido entrevistar a quien no gusta a tu audiencia

El papa Francisco, entrevistado por Jordi Évole en 'Salvados'.
El papa Francisco con Jordi Évole en 'Salvados', en una entrevista periodística clásica
La Sexta
El papa Francisco, entrevistado por Jordi Évole en 'Salvados'.

Empezamos a ver como normal entrevistar sólo a afines. Incluso, en pos de proteger nuestra libertad, las redes sociales nos dicen a quién se puede entrevistar y a quién no en función de la línea editorial que se presupone a cada medio, diario, programa o podcast. Así, estamos llegando a un rincón en el que es fácil predecir a quién van a invitar (o no) en cada espacio. Como consecuencia, hay espectadores, oyentes y lectores que incluso intentan que se vete a personas que han dicho alguna declaración controvertida. No hay segundas oportunidades. O estás conmigo, o estás contra mí. Y se culpa al periodista por ejercer su oficio. Enfocando el disparo de la crítica perversamente mal.

Gajes de cómo ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con la información. El uso de plataformas como Twitter nos dan acceso a un amplio torrente de impactos noticiosos y, a la vez, invita a encerrarnos en burbujas de personas que sabemos que siempre van a dar la razón a nuestros anhelos y expectativas. De golpe, vamos dejando de ser espectadores críticos para convertirnos en usuarios creyentes. Así se expande un peliagudo ecosistema de simpatías que nunca puede trasladarse al periodismo. También entre los propios invitados, que van interiorizando que sólo deben ir a entrevistas-masaje de aquellos que no se lo van a poner complicado. Nada que ver con el Papa Francisco, por ejemplo, que acepta las propuestas de un periodista que no es el predilecto de la Conferencia Episcopal, Jordi Évole. Quizá porque sabe que una entrevista de verdad es el acto de generosidad de atreverse a las interrogaciones del que no viene de casa convencido.

El periodismo es hacer y hacerse preguntas para descubrir la realidad y sus contextos, no tirar del hilo hasta convertir cavilaciones preestablecidas en una realidad hecha al gusto del consumidor. O directamente del trending topic de Twitter. Eso es otra historia, antagonista al periodismo. No obstante, las redes sociales son a menudo un espejo resquebrajado de la realidad. Entre tanto retuit y me gusta consumido rápidamente, es sencillo sentir lo accesorio como relevante y lo relevante como accesorio. Y vamos llegando a la peligrosa conclusión de que si no escuchamos aquello que nos disgusta no existe.

Pero la entrevista es la antítesis de evitar: es afrontar. El buen periodismo es el que se aventura a preguntar, sin necesidad de adelantarse a afirmar. Las respuestas ya adelantan cómo somos y cómo podemos terminar siendo. Incluso retratan al entrevistado frente a unos ojos de un espectador que no, no es tonto. Aunque dé más gusto pensar que sí, para sentirse superior al resto de mortales. 

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