Su verdadero nombre fue Alessandro Filipepi y nació en la Florencia del Renacimiento, en el año 1445. Sandro Botticelli, desde muy joven pasó por los talleres de pintura más importantes de la ciudad toscana, para entrar pronto al servicio de Lorenzo de Medici, apodado 'el Magnífico', gobernante de facto de la República de Florencia, mecenas de las artes, diplomático, banquero, poeta y filósofo. Un perfil parecido a nuestros mandatarios actuales, vamos.

Botticelli tuvo que desarrollar su vida artística en un momento poco propicio para la fantasía y la libertad creativa, ya que campaba por aquellos lares ese austero monje llamado Girolamo Savonarola, confesor de Lorenzo de Medici e instigador de la quema en la hoguera de libros considerados licenciosos desde su obtuso parecer. La estética de Botticelli, sin embargo, se alejaba diametralmente de ese oscuro pesar que rodeaba al santurrón. En sus pinturas se refleja el impulso de la belleza y la sensualidad, tanto en sus obras paganas como religiosas.

El pintor florentino poseía una gran capacidad para mostrar el dinamismo de los cuerpos, cosa que podemos advertir en uno de los tres cuadros de su autoría que posee el Museo del Prado: Escenas de La historia de Nastagio degli Onesti (1483), que aquí vemos reproducido.

Museo Nacional del Prado

Uno de sus cuadros más populares es El Nacimiento de Venus -que vemos en la entrada de este artículo-  obra que narra cómo el mar fecundado por el impetuoso Saturno se encarna en la belleza de Venus, símbolo y fruto de la unión entre los dioses y la Humanidad. Muy probablemente, la modelo que sirvió para la figura central de la composición fue Simonetta Vespucci, amante de Lorenzo el Magnífico. Precisamente a un retrato de esa bella muchacha está dedicado este espacio de Google Arts & Culture, que nos permite recorrer virtualmente una exposición sobre la figura de la bella joven.

Galeria Uffizi. Dominio Público.

Otra de las obras emblemáticas de Botticelli es La Primavera, (1482) basada en el texto de Lucrecio, De la naturaleza de las cosas. En ella vemos a Venus, esta vez ya vestida, en el centro de la composición. En la parte izquierda se reúnen las tres Gracias, al lado de Mercurio, que ansía tomar un fruto con su mano. En la parte de la derecha,  Céfiro, Dios del viento del oeste, rapta a la ninfa Cloris, vestida con una túnica transparente, momento en el que ésta se transforma en Flora, la diosa de las flores y los jardines, a quien vamos también en la representación.

Como suele ser habitual en el devenir de algunos artistas, Sandro Botticelli cayó en el olvido durante unos cuantos siglos tras su muerte el 17 de mayo de 1510, y no fue hasta mediados del siglo XIX cuando su figura fue reivindicada, para regocijo de la Galeria Uffizi en Florencia, que atesora la mejor colección de sus pinturas y recibe millones de turistas bajo ese reclamo. La bella Simonetta jamás habría imaginado la trascendencia que alcanzaría su rostro.