Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La BBC da su toque maestro a 'Eurovisión 2023': estos son los valores de la 'marca Europa' que saca brillo el festival

Loreen en la primera semifinal de Eurovisión 2023
Loreen en la primera semifinal de Eurovisión 2023
UER
Loreen en la primera semifinal de Eurovisión 2023

La obsesión de la BBC por una línea estética vanguardista está dejando huella en Eurovisión 2023. Adiós, barroquismos de ayer. Hola, tipografías planas con colores rotundos de hoy. La impronta visual de la televisión pública británica se ha notado, y mucho, en los diseños gráficos de un eurofestival que se olvida del brexit y otros populismos nacionalistas para demostrar que sigue representando los valores de concordia de Europa. De hecho, la primera semifinal ha transmitido por sus cuatros costados estos sentimientos. 

Lo ha hecho en las postales de presentación, que con una acogedora fotografía ha unido a Reino Unido, Ucrania y cada país participante. Como es habitual desde hace décadas: estos videos previos no necesitan palabras, sólo emociones que compartimos como sociedad. Así el programa coge aire antes de cada actuación en un escenario que, también, remarca la personalidad de aquella vieja Europa que quería ser moderna, que quería ir por delante.

La escenografía de este Eurovisión 2023 parece sencilla, pero cuenta con esa flexibilidad de la diversidad que acoge. Un mismo escenario con las virtudes para ser un punto de encuentro que se adapta a los distintas historias que necesitan plasmar los participantes para conquistar la curiosidad del público. Pantallas que pueden estar cerradas para proyectar cualquier idea a lo grande, pero que también se abren, giran o adelantan para multiplicar la posibilidad de juegos visuales. También para dejar paso a haces de cañones de luz más tradicionales. Porque Eurovisión es un programa muy antiguo, como Europa, pero que si sigue vigente es porque su experiencia le permite estar abierto al atrevimiento de lo nuevo. Incluso al intercambio generacional. En la primera semifinal de esta noche, lo hemos visto desde los malteses de The Busker, deslumbrando a las cámaras con los focos del decorado al estilo de las analógicas galas de variedades de antaño (no han pasado a la final del sábado, pobres), a la más efectista pantalla voladora de la sandwichera de Loreen, la favorita de esta edición.

Las pantallas de leds tan sobreusadas en la tele de hoy homogeneizan todos los concursos musicales hasta, a menudo, mutarlos en la perversidad de lo anodino e intercambiable, pero este escenario de Eurovisión 2023 entra por los ojos gracias a esa artesanía del colorista brilli-brilli que resalta una precisa coreografía de realización, luz e interpretación de los artistas con la pretensión de despertar la fantasía televisiva que termina desmontando los propios prejuicios del espectador que cada año no falta a la cita.

Y ahí está el otro gran valor de Eurovisión como generador de conversación social y descompresor de convencionalismos y tabúes que, por eso mismo, se ha convertido con los años en una infalible ilusión para tantos. En un mundo en el que aquello que se sale de los patrones preestablecidos se sentencia de aquella manera y ni siquiera, a veces, se intenta entender, en el escenario del eurofestival se disfruta, se comprende, se juega. Hasta se invita. Aunque se viva en otra punta del planeta. Véase Australia. Un escenario que entremezcla la empática convivencia que nos dijeron que representaba (y representa) Europa, las emociones de la música que nos acompaña a diario y, sobre todo, la creatividad de la televisión que nos anima a la imaginación que permite mirar más allá.  Eso es la televisión, aunque a algunos no les interese nada que así sea. 

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