Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El regreso de 'Un, dos, tres... responda otra vez': la Ruperta se hace streamer

No podíamos terminar este ranking sin la calabaza más famosa de la televisión: Ruperta. El mítico programa ideado por el genio de Chicho Ibáñez Serrador fue récord de audiencia desde su estreno en 1972. Y aunque intentó revivir años más tarde, en 2004 hizo aquello de “Campana y se acabó”. RTVE
El mítico programa ideado por el genio de Chicho Ibáñez Serrador fue un fenómeno social desde su estreno en 1972
RTVE
No podíamos terminar este ranking sin la calabaza más famosa de la televisión: Ruperta. El mítico programa ideado por el genio de Chicho Ibáñez Serrador fue récord de audiencia desde su estreno en 1972. Y aunque intentó revivir años más tarde, en 2004 hizo aquello de “Campana y se acabó”. RTVE

Vuelve OT, a la plataforma de Amazon. Vuelve El Grand Prix del Verano, a La 1. Y, también, vuelve Un, dos, tres... responda otra vez, en el canal de Twitch de TheGrefg.  ¿Queremos ver de nuevo aquellos programas con los que crecimos o queremos, en realidad, regresar a aquellos años que recordamos despreocupados y felices? Malas noticias: viajar al pasado todavía es imposible, así que sólo podemos aspirar a que nos recuperen aquellos shows que nos despertaron la ilusión de cuando todo nos quedaba por descubrir.

En épocas de tanto impacto audiovisual en el que es fácil perderse, el paraguas de la nostalgia sirve para atraer a un público que es más complicado engatusar con el lanzamiento de un programa o serie completamente nuevo. La audiencia siente que cuenta con tanto que consumir que la gran mayoría de producciones pasan desapercibidas. Especialmente, si el producto no cuenta detrás con una buena inversión y estrategia en marketing.  

Con el truco de rescatar y actualizar un recuerdo mitificado en la memoria social, las compañías audiovisuales se aseguran la curiosidad del espectador. Lo que se traduce en publicidad gratis, ya que nuestras expectativas hacen la promoción por sí solas a través de un boca-oreja que va y viene de los medios de comunicación a la calle. Somos unos adictos a la melancolía. Pero, cuidado, porque enfrentarse a los recuerdos idealizados suele terminar en decepción. 

Evidentemente, Un, dos tres... responda otra vez no será como lo recordamos. Para empezar, porque era un programa de autor, era una creación de Ibáñez Serrador. Él, su mirada, su corrosión ya no están.  Además, era un espectáculo que representa a la televisión clásica en su máxima expresión, con toda su orfebrería creativa. De la teatralidad de la sorpresa semanal de descubrir las grandes escenografías, que se levantaban en el gran plató y representaban el tema central del guion de cada capítulo, a la fantasía de las muy medidas coreografías de bailarines, extras, iluminación y los propios cámaras. Todos, juntos, técnicos y actores, interpretaban gigantes números musicales. Y todo,  siempre, muy atado a un férreo guion de Ibáñez Serrador que, después, crecía con la imprevisibilidad del juego.

Porque lo especial de Un, dos, tres... responda otra vez estaba en que combinaba el género del concurso con el de varietés y con el suspense de una peli de terror. Una mezcla tan perversa como única. Ni siquiera había que presentar a los invitados,  pues irrumpían sin avisar por la escalera del decorado, como la propia vida. Esa imprevisibilidad muy pensada representa a Ibáñez Serrador en estado puro. 

Un, dos, tres... mantiene su fuerza en nuestra melancolía, pero es imposible reproducirle como lo recordamos sin los terrores favoritos de Chicho, claro. Aunque sí es inteligente (y casi debería ser obligación mediática) aprender de cada una de sus sus artes para hacer más creativa la comunicación del futuro. Su subasta final, por ejemplo, cuenta con una base de interactividad de la que se puede sacar mucho partido en las nuevas plataformas. Y los streamers más astutos no tienen complejos con la tele antigua. Al contrario, saben que deben inspirarse en su modernidad para crecer. Tal vez ese sea el acierto del retorno de Un, dos, tres...  continuar la saga de su imaginación artesanal como antídoto a la trepidante explosión tecnológica que homogeneiza lo que toca.  

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