Cada 23 de abril recuerdo a la maestra que me enseñó a leer, con su mandil manchado de tiza y sus cartas con los dibujos de las vocales, la a de araña y la u de uva. Ella activó el resorte que abre la puerta a un universo infinito, y así sucede, día a día, en cada una de nuestras aulas. Para quienes tienen más dificultad para acceder al maravilloso país de las letras, existen iniciativas como el Proyecto Leo, educación especial en la biblioteca para que alumnos con autismo, en este caso, puedan trabajar y disfrutar de los libros. La lectura, también, como puerta a la autonomía personal.
OPINIÓN24.04.2023 - 07:39h
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