Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Jamón de altura

Imagen de una piara de cerdo ibérico
Imagen de una piara de cerdo ibérico
ASAJA CÁDIZ - Archivo
Imagen de una piara de cerdo ibérico

A los chinos también les gusta el jamón –¿A quién no?–, incluso más que el chop suey según los gastrónomos más sofisticados de Pekín, Shanghái y Cantón. Pero es fácil de comprender que producir o importar jamón para mil trescientos millones de consumidores no es fácil. Habría que montar cientos de millares de granjas gigantes, algo que crisparía en su tiempo libre a nuestro ministro Alberto Garzón por mucho que se trate de una empresa colectiva tutelada por un gobierno comunista.

Puestos a afrontar el problema, y bien conscientes de que del cerdo se aprovecha hasta la forma de andar, en la difícil empresa de alimentar a tanta gente los emprendedores más avispados del país han encontrado una solución verdaderamente original. Puesto que el campo para dejar pastar en libertad a las manadas de porcinos no abunda, aparte de que la palabra libertad en China no goza de especial simpatía nacional, han recurrido a la imaginación y sentido de la colectividad.

Así que para actuar con propiedad y recursos a las nuevas corrientes, y sobre todo con el pragmatismo local en progreso, han recurrido a las posibilidades ilimitadas que ofrece la altura. En lugar de criaderos terrestres, la alternativa que se impone es la creación de rascacielos con decenas de plantas que debidamente planificadas van a convertirse en criadores de tantos millones de porcinos como el mercado vaya requiriendo. Serán cerdos de altura, sin duda, alumbrados por las madres y nacidos lindando con las nubes.

Habrá lógicamente plantas para parturientas, para que los cochinillos se vayan alimentando conforme a su edad hasta convertirse, en el momento de su sacrificio y desposte, en los múltiples manjares que serán desde sus rabos y jamones hasta las orejas. No se sabrá todavía cómo la altura y el encierro en las alturas afectará a la calidad de las carnes, chuletas y vísceras. La sospecha es que no serán comparables en sabor y textura a los cerdos criados entre las encinas de Jabugo, lo que sí se sospecha es que las paletillas curadas al aire de los rascacielos llenarán el ambiente urbano en un olor poco agradable.

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