Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Pedro Sánchez y la tote bag

Una compradora cree salvar el planeta comprando verdura y portando una tote bag.
Una compradora cree salvar el planeta comprando verdura y portando una tote bag.
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Una compradora cree salvar el planeta comprando verdura y portando una tote bag.

No soy experto en bolsa, pero sí que lo soy en bolsas. Los que me conocen saben que, por diferentes motivos, doy mucho la matraca con las bolsas de plástico. Entre otras cosas, he escrito una guía muy completa para no pagar por ellas en el supermercado y he estudiado las leyes y directivas europeas sobre todo lo que tenga que ver con bolsas de plástico y su pago en las tiendas. Peor es robar. Sean indulgentes conmigo. Por eso he seguido con mucho interés la irrupción de la tote bag -esa bolsa vertical de tela- en nuestras vidas.

Leo que el origen de la palabra “tote” está en el inglés antiguo y que significa “para llevar”. La tote bag entró en escena como Cenicienta en el castillo del príncipe. Traía la salvación del planeta con su compromiso de reutilización perpetua. Quedaba bien con todo, ocupaba poco y tenía una relación especial con los modernos, los gafapastas y los letraheridos. Algunos señores mayores que llevan libros y papeles en bolsas de plástico verde se pasaron a la bolsa de tela y esto fue, quizá, un avance histórico.

Una religión con culpa y miedo, con un dogma cada vez más político y menos científico y sin líderes que se esfuercen por ser ejemplares o, al menos, parecerlo, está condenada al desastre.

Sin embargo, todas mis ilusiones se han ido al traste. Leo en una conocida revista que la tote bag no es tan buena como la pintan. Al parecer, no cumple con algunas normas necesarias del dogma. El artículo de la conocida revista llega a afirmar que para que una de estas bolsas de tela compense el impacto ambiental de su producción habría que usarla unas veinte mil veces. La gracia de la tote bag es que puedes tener unas cuantas y combinarlas. Los números no dan para salvar nada. Volvemos a estar condenados.

Mientras tanto, leo a un columnista indignado porque Pedro Sánchez va en helicóptero Super Puma a Torrejón y en Falcon a visitar el incendio de Castellón. Hace un desglose del gasto que esto supone y de las emisiones que produce el traslado que podría realizarse en la mejor clase del AVE por poco más de cien euros y entiendo que en el dogma no hay salvación, estamos condenados hagamos lo que hagamos.

El aeropuerto de Amsterdam va a prohibir los jets privados por el ruido y también por la contaminación. Podemos ha comenzado a hablar sobre prohibir los vuelos en trayectos nacionales que puedan hacerse en tren. Cuando las pequeñas acciones no sirven para nada, cuando vemos que los que mandan no son coherentes, cuando, de pronto, lo que parecía que estaba bien hecho ya no lo está tanto, nos sentimos idiotas y un poco estafados. Una religión con culpa y miedo, con un dogma cada vez más político y menos científico y sin líderes que se esfuercen por ser ejemplares o, al menos, parecerlo, está condenada al desastre. Por si acaso, no tiren sus tote bags, quizá no sean tan malas. Nunca se sabe. 

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