Miguel Ángel Aguilar Cronista parlamentario
OPINIÓN

Un garbanzo negro o más

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la moción de censura.
El presidente del Gobierno, durante su intervención en la moción de censura.
EFE / J. J. Guillén
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la moción de censura.

Estábamos en la Tribuna de Prensa donde se había colgado el cartel de ‘no hay billetes’. Se debatía la moción de censura en el pleno del Congreso de los Diputados. Eran las diez de la mañana. Había declinado el uso de la palabra el candidato Ramón Tamames. El presidente Pedro Sánchez, subido a la tribuna de oradores, comparecía una vez más como el Ecce Homo, víctima de la Covid, de la peor pandemia de la humanidad, de la erupción del volcán de la isla de La Palma, de la guerra de Ucrania, de la crisis bancaria, de la incomprensión de los oponentes que le criticaban en vez de aplaudirle como les hubiera correspondido. 

Allí, encaramado, con impecable atuendo, cargado de razón, clamaba emprendiéndola contra sus adversarios del PP, reprochándoles haber puesto el grito en el cielo por un garbanzo negro aparecido en el grupo parlamentario socialista, en referencia a Tito Berni y sus compinches de crápula de la última cena de Ramsés, resaltando la hipocresía de los denunciantes peperos, que, mientras se mostraban indignados, chapoteaban en la olla de la corrupción.

Pero, alguna vez, deberían aprender todos que en materia de corrupción nadie puede eximirse descargando unilateralmente toda la responsabilidad en los adversarios. Primero, porque incorrupto solo es el brazo de Santa Teresa, que acompañaba al Generalísimo durante la cruzada de Liberación. Segundo, porque todos somos corruptibles, biodegradables. La diferencia entre unos y otros reside en el coeficiente. 

Sucede, como con el péndulo, que siempre tiene en el punto de suspensión un coeficiente de rozamiento. De manera que el péndulo simple, sin grado alguno de rozamiento en el punto de suspensión, no existe. De ahí que ningún péndulo existente cumpla la Ley del Péndulo, a la que solo responde el inexistente péndulo simple. Así que apenas terminada la votación, saltaba la noticia de que María Gámez, directora de la Guardia Civil, dimitía tras ser imputado su marido, citado a comparecer como investigado en un caso de corrupción.

Agradezcamos, en todo caso, la agilidad con la que se ha producido la dimisión de la mencionada directora general, que ha tenido la habilidad de navegar en inmersión, de ver sin ser vista, de escaquearse cada vez que se ha producido alguna situación polémica en la Benemérita durante los años de su mandato. Parece ser que, desde el episodio del Jardín del Edén, de la serpiente, del árbol del bien y del mal, y del fruto prohibido; de nuestra madre Eva, del seducido Adán, de la manzana compartida y de la expulsión del paraíso, nos encontraríamos en la penosa e irremediable situación de naturaleza caída, como nos enseñaron en la Historia Sagrada de primaria. De modo que sería ingenuo asombrarnos ahora al descubrir que en las propias filas hay corrupción y corruptos, como le sucedió a Felipe González cuando aparecieron los primeros casos e, interrogado por los periodistas, dijo: «No estábamos preparados para que esto sucediera en nuestras filas».

Del candidato a la presidencia del Gobierno que figuraba en la moción de censura que presentaba Vox, baste resaltar su buena educación, su cortesía y buenas maneras. ¿Prenderá el ejemplo? Veremos.

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