La rebaja del IVA de los alimentos solo redujo la inflación dos décimas, su efecto se ha diluido ya y los precios seguirán al alza

Una mujer camina frente a un puesto de verduras en el Mercado Central de Valencia.
Una mujer camina frente a un puesto de verduras en el Mercado Central de Valencia.
ROBER SOLSONA /EP
Una mujer camina frente a un puesto de verduras en el Mercado Central de Valencia.

El Banco de España ha cuantificado el efecto que tuvo la rebaja del IVA a algunos alimentos básicos sobre la inflación y la conclusión es que el impacto fue residual. La inflación interanual registrada en enero —cuando entró en vigor la medida— apenas se redujo dos décimas por este motivo. La escasez del impacto se ha visto amplificada, además, por una subida en el precio de los alimentos que ha superado todos los pronósticos y que todo apunta a que se prolongará aún algunos meses más.  

Según un estudio que publicará el supervisor bancario en los próximos días, pero cuyas líneas generales ha adelantado este miércoles el director general de Economía y Estadística, Ángel Gavilán, las empresas han trasladado en un 90% la rebaja fiscal al precio de venta. Esto implica que las empresas apenas han absorbido el descuento para engrosar beneficios, una dinámica que los expertos del Banco de España esperan que se mantenga en los próximos meses.

No obstante, el hecho de que las empresas estén cumpliendo en líneas generales con la bajada no evita que el efecto de la medida se haya diluido en los meses siguientes. La razón es que el conjunto de los alimentos —tanto los afectados por la rebaja como los que no— ha seguido subiendo de precio a medida que las empresas siguen trasladando los incrementos en los costes de las materias primas a los precios de venta.

Por esta razón, y por las interferencias que causan las rebajas del IVA sobre las señales de precios, el supervisor bancario apuesta por sustituir esta medida por cheques directos, que suponen un ahorro significativo en los costes de la ayuda y permiten afinar más con los beneficiarios.

La "presión inflacionista" sobre los alimentos todavía es elevada y el alivio en los costes de producción que ya se constata todavía va a tardar en trasladarse a los precios, ha apuntado Ángel Gavilán. Los analistas del Banco de España se han visto sorprendidos por el encarecimiento en los alimentos, que ha sido considerablemente más fuerte de lo que esperaban hace apenas tres meses. 

En diciembre, el supervisor bancario confiaba en que la subida de precios de los alimentos en 2023 sería del 7,8% de media. Pero las dos últimas lecturas del IPC —que reflejaban subidas interanuales de precios de más del 15% en enero y febrero— han llevado al supervisor a elevar su estimación hasta el 12,2% para este año, 4,4 puntos más. 

Eso sí, se espera que la inflación alimentaria toque techo a lo largo de este año, lo que no quiere decir que vayan a bajar los precios, sino que van a subir más despacio que hasta ahora. De hecho, la previsión del supervisor bancario es que la cesta de la compra se apunte una nueva subida del 4,6% el año que viene y otra del 2,9% en 2025.

Según el análisis del Banco de España, el encarecimiento de los alimentos y bebidas en España no ha sido muy diferente a la de la media de los Estados europeos. Sin embargo, el impacto que han tenido sobre la inflación general ha sido más grande que en otros países. Algo que se explica por el mayor peso que tiene la cesta de la compra en España en el cálculo de la inflación general respecto a los vecinos europeos.

Un caso complejo

El caso de los alimentos es particularmente complejo. Sus cadenas de producción pueden llegar a ser muy diferentes y los factores de oferta y demanda que les afectan son también muy variados. Para ejemplificarlo, el director general de Economía y Estadística del Banco de España se ha referido a las cadenas alimentarias del pan y la leche.

La primera registró desde mediados de 2021 un fuerte incremento en el precio de la materia prima (el trigo) al que siguió después otro del precio de la harina y después del pan. Los precios del trigo tocaron techo en verano del año pasado y prácticamente han vuelto a su nivel anterior a la pandemia. El precio de la harina también alcanzó un máximo, pero está descendiendo más despacio, mientras que el precio del pan se encuentra cerca del pico. Es decir, a medida que el coste de las materias primas va volviendo a la normalidad, también lo va haciendo el precio del producto final, aunque sea con retardo.

Sin embargo, en otras cadenas influyen factores más complejos. Es el caso de la producción de leche, donde la fuerte subida de costes de alimentación de las vacas impulsó a varios ganaderos a adelantar el desvieje. Es decir, a sacrificar antes el ganado para vender su carne. Esto ha provocado un descenso considerable en la población de vacas lecheras, que no se podrá recuperar hasta que nazcan y crezcan nuevos ejemplares que remplacen las bajas. La oferta de leche ha bajado y, con ella, han subido los precios.

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