Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Shakira y saber exprimir hasta cuando el público te quiere robar el plano

El público sabe mirar a cámara tan bien como Shakira.
El público sabe mirar a cámara tan bien como Shakira.
NCB
El público sabe mirar a cámara tan bien como Shakira.

La actuación ha superado los 5 millones de visionados en pocas horas. Y eso es mucho. Shakira, junto a Bizarrap, ha ido al late show más icónico de la historia de la televisión mundial, The Tonight Show, para estrenar en un plató su Music Session, Vol 53.  El momento lo habrán visto ya.

Pero detrás de todo lo que rodea a esta elección hay varios pasos que denotan inteligencia. La cantante ha escogido el estudio de televisión correcto. En el emblemático corazón del Rockefeller Center, cuna del entretenimiento más prestigioso en USA. Para los norteamericanos, los late show son como aquí los Telediarios. Cada cadena necesita el suyo más allá de las audiencias que reúna. Con los lates definen su línea editorial e influencia social a través de la cultura del entretenimiento, siempre aliada como ventana al mundo. Eso es la tele.

Aunque para que un late show sea referencia pública no vale con una entrevista sonada, un gag de humor y una actuación musical al uso. Hay que diseñar con creatividad el evento que marca la agenda pública. Mejor si se puede consumir en directo y, luego, revisionarse una y otra vez en diferido. Que te vean hasta los que nunca te ven. 

Como consecuencia, Shakira ha acudido al show ideal para brillar dentro y fuera de Estados Unidos. En un late show que cuida la forma y el fondo. Al principio de la canción, parecía que se buscaba reproducir el videoclip del famoso tema en el escenario de Tonight Show, pero había un astuto giro premeditado: la fuerza del instante en el que la cantante se marcha con el público y la cámara con ella. 

El estudio 6B de la NBC lleno de fanáticos de Shakira y no de los espectadores habituales. Así no sólo aplauden el tema, sino que se desgañitan poseyendo la famosa letra hasta dejar a la audiencia pegada a la pantalla. Porque se transmite la sensación de que está pasando algo único en el plató: la gente efervescente convirtiendo la letra de despecho en su propia celebración.

Desahogarse es sanador. Y mejor si el desahogue es bailando. Imparable estampa, que televisivamente dibuja el fenómeno que ha conseguido Shakira a golpe de una escenografía que es la propia multitud agolpada en la grada alrededor de ella misma. Hasta puede permitirse dejar de cantar en directo. La audiencia continúa sola, desbocada. "¡Clara-mente no es como suena!". Están viviéndolo con una adrenalina que contagia la sensación de una fiesta a la que dan ganas de sumarse. No hace falta ningún elemento escénico más en plató, Shakira ha aprovechado la poderosa pasión de los fans.  Entre tanto vocerío, al fondo, se cuela la imagen de sus hijos, que están esperando por la puerta del set. Transmiten cierto pasotismo ante el bullicio. Como buenos niños, aún están por encima de las vehemencias de la sociedad adulta.

Objetivo cumplido: se crea una actuación icónica que vuelve a poner en el centro de la conversación el hit de Shakira. Ahora ya no tanto por el morbo del desamor, ahora por cómo el público la ha hecho suya. Un público chupa-plano que quería formar parte de la historia. Los asistentes se dirigían a cámara como si fueran los artistas protagonistas, mientras reafirmaban la letra de la canción con una rítmica comunicación no verbal curtida en tiempos de TikTok. Vivieron el momento al máximo. Hay que reconocérselo. De ir a la tele, ya vete a disfrutarlo. Y el programa lo explotó. Shakira, también. Sabia, ella. Su carisma se multiplicó con ese ejército de artistas que no sólo estaban apoyándola, directamente querían robarla plano. Querían que todo el mundo viera bien que ellos estaban ahí, que ellos también desmontan el desamor cantando, bailando, celebrando y viviéndolo "clara-mente".  Porque el desamor es una cosa de todos.

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