Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Chicas que me cuentan sus fracasos en Tinder

"Todo iba bien hasta que me dijo que no llevaba suelto".
"Todo iba bien hasta que me dijo que no llevaba suelto".
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"Todo iba bien hasta que me dijo que no llevaba suelto".

Estoy algo enganchado al TikTok. Es un algoritmo sabio, joven y observador. Me tiene calado. Me enseña lo que me gusta. No me pide nada, me ama y me deja mirar por un agujero unas cuantas cosas interesantes, insólitas y extrañas y otras que no lo son tanto. El TikTok es una suerte de zapeo telepático entre una máquina y un humano y yo soy débil y disperso como el polen que se lleva el viento.

Me enseña los goles de Lionel Messi sin que yo se lo pida. Ya sabe lo que me gusta. Me da pinceladas de cultura, actualidad, diversión y algo de vanidad e intrascendencia. En este último apartado, mi amado algoritmo lleva un tiempo enseñándome vídeos de chicas que cuentan su experiencia tras una cita con algún espécimen humano masculino a través de la conocida aplicación de charcutería por consenso -como diría algún político- que tiene por nombre Tinder.

Tipos que huelen mal, egoístas, narcisistas, avarientos, despistados, torpes, ególatras, mal conjuntados, sin conversación, salidos vocacionales, salidos sin disimulo, escapistas, desaparecidos y salidos insistentes sin gracia. 

Estas chicas no cuentan su encuentro con el príncipe azul. Eso pasa pocas veces y es mejor no contarlo por aquello del latrocinio. Además, está ya muy visto en Disney y en ese género de ciencia ficción conocido vulgarmente como comedia romántica. Lo que cuentan estas chicas que me aparecen en TikTok es el desastre. Por lo visto, Tinder no tiene secreto profesional -ni tampoco amateur- y ellas se lanzan a destripar uno por uno a la colección de tipos que les hicieron perder el tiempo.

Son, por lo general, historias que se explican con una palabra: humillación. Tipos que huelen mal, egoístas, narcisistas, avarientos, despistados, torpes, ególatras, mal conjuntados, sin conversación, salidos vocacionales, salidos sin disimulo, escapistas, desaparecidos y salidos insistentes sin gracia. Cada vez que estas chicas aceptan una cita tiran una moneda al aire y, muchas veces, sale cruz. Están tan hartas de aguantar el desastre, de chapotear en el complejo concepto de la hipergamia, que no tienen reparos en contar con detalle lo que muchas de ellas llama el “storytime” -otra vez la insoportable chapa sajona del storytelling- de su cita con, por ejemplo, Hugo. Me pregunto, ahora que se ha puesto de moda llamar violencia a todo, si estas humillaciones públicas no son también algo violentas.

Estoy desorientado. Quisiera hacerme una cuenta de Tinder para levantar la moral de la tropa, pero ya no es mi guerra. El algoritmo de TikTok es muy sabio y me da consuelo. Un tal Leo, coach de yoga, argentino y que te enseña a generar tus primeros dos mil dólares, me dice lo siguiente: “la mentira más grande de nuestra cultura, que todo el mundo sabe y nadie dice, es la siguiente: el sexo casual está muy sobrevalorado”. Joder con el TikTok. Me deja las columnas medio hechas.

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