Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

Aprender sin pantallas, por favor

Dos niños ante el abismo educativo.
Dos niños ante el abismo educativo.
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Dos niños ante el abismo educativo.

Seguimos creyéndonos el cuento de que la educación con soportes digitales es el futuro. Los centros educativos, las consejerías y ministerios apuntan a seguir introduciendo tabletas y dispositivos parecidos en los colegios a edades muy tempranas. Ofrecen algunos argumentos ridículos llenos de palabras vacías que parecen hechizos del gurú de la tribu: herramientas transversales, mejoría en el manejo de las TIC, e-learning y el aula 3.0. Esto no son razones serias. Es palabrería anglosajona vacía. Nos creemos que nuestros hijos son genios porque manejan las pantallas desde muy pequeños, pero el genio es el ingeniero que las inventó.

Ha vuelto a circular un artículo del año 2019 que adultera otro artículo del mismo año en el New York Times en el que se dice que la educación digital es para los pobres y para los estúpidos. El artículo original, firmado por Marta Monteiro, no decía eso, pero sí que hablaba de que las élites intelectuales y económicas de Norteamérica se toman muy en serio la ausencia de pantallas en la educación de sus hijos. El artículo habla, además, de que la capacidad de salirse de la rueda de hámster digital es un privilegio de la gente rica.

En las primeras páginas de Tom Sawyer, la conocida novela de Mark Twain, la tía Polly manda a Tom a pintar la valla. Esto dice el libro: “Tom examinó la valla y toda su alegría le abandonó, mientras una profunda melancolía se apoderaba de su espíritu. Treinta yardas de valla de nueve pies de altura. La vida le pareció vacía y la existencia una pesada carga. Suspirando, mojó la brocha y la pasó a lo largo de la tabla superior. Repitió la operación dos veces más. Comparó el insignificante trazo blanqueado con el infinito continente de valla virgen y, desanimado, se sentó en un cajón de madera”.

Estos dispositivos pueden ser útiles para un rato, pero no para dar las clases ni para sustituir a los libros.

La educación consiste en emular a la tía Polly. Hay que colocar al niño ante la hoja en blanco, ante una desafío en el que tiene que encontrar soluciones y buscarse a sí mismo. Tom Sawyer resolvió la situación con audacia, sin miedo a la página en blanco. El papel, el lápiz, las pinturas son ese camino, esa selva virgen que la persona debe transitar. La tableta, sin embargo, es un mundo de selección por el que alguien muy listo ya ha pasado, un laberinto de luz y color por el que el alumno pasa superficialmente y sin demasiado esfuerzo.

Las tabletas están pensadas para el mono que llevamos dentro. Delante de la pantalla sale el idiota y el vago que todos tenemos. Se puede escribir una novela en una de estas pantallas digitales, pero dudo que nadie lo haga. Se puede hacer una gran obra de arte, pero también tengo mis dudas de que alguien lo haya logrado. Es evidente que la mayor parte de la gente las utiliza para ver vídeos, comprar y enredar. Si los adultos nos enganchamos a tonterías, ¿cómo no lo van a hacer los niños? Estos dispositivos pueden ser útiles para un rato, pero no para dar las clases ni para sustituir a los libros. Esto es un suicidio generacional, un desastre que se lleva por delante la atención, el interés y un buen puñado de dioptrías. Hay que volver al cuaderno, a la plastilina y a poder pintarle bigotes a todos los seres humanos que aparezcan en un libro de texto. 

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