¿Se puede escapar de las maldiciones imperdonables? La magia de Hogwarts bajo un prisma científico

Fotograma videojuego ‘Hogwarts Legacy’
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Warner Bross
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La saga 'Harry Potter' parece que nunca se pasa de moda, y si no que se lo pregunten a sus fans, que desde este mes tienen la opción de volver a disfrutar de este mundo mágico a través del videojuego Hogwarts Legacy.
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La saga 'Harry Potter' parece que nunca se pasa de moda, y si no que se lo pregunten a sus fans, que desde este mes tienen la opción de volver a disfrutar de este mundo mágico a través del videojuego Hogwarts Legacy.

Se trata de un juego que está causando furor desde antes, incluso, de su lanzamiento (febrero 2023), ya que su planteamiento de mundo abierto nos da la posibilidad de recorrer este mágico universo con total libertad, explorar cada rincón del castillo de Hogwarts, el pueblo de Hogsmade, la prisión de Azkaban… con una experiencia inmersiva única hasta la fecha. Algo que el fandom de la saga llevaba deseando largo tiempo.

Además, el propio desarrollo de los personajes promete ser lo más realista posible; en función de las elecciones que hagamos que tome el personaje, nos iremos acercando más al bando de los héroes o de los villanos de esta epopeya. Uno de los alicientes que más demandan loss jugadores es el de poder utilizar los hechizos a placer, venga o no a cuento con la tesitura del momento, contra nuestros congéneres, llegando incluso a poder acceder al uso de hechizos prohibidos, las llamadas maldiciones imperdonables.

Se les atribuye el calificativo de imperdonables a estos tres hechizos porque su uso contra otra persona se considera una abominación que merece el máximo de los castigos: sentencia a cadena perpetua en la prisión mágica de Azkaban. ¿En qué consisten?

Están la maldición asesina (Avada Kedavra), que provoca la muerte instantánea de quien la recibe; la maldición Cruciatus (Crucio), conocida también como la maldición tortura ya que provoca dolor de absolutamente todas las terminaciones nerviosas del cuerpo; y la maldición imperius (Imperio), que somete la voluntad del hechizado y lo priva del libre albedrío.

Otra de las razones por las cuales las maldiciones se califican de imperdonables es por su dificultad para ser contrarrestadas o evitadas. Y como seguro que es más que conocido su uso tanto en la saga literaria como en la colección cinematográfica de Harry Potter, vamos a ser originales y añadir una perspectiva científica a esta fantasía.

Ciencia vs. magia

¿Existe una versión real de las Maldiciones Imperdonables? Empecemos con la maldición Imperio. Tal y como apuntamos ya en un artículo anterior, en la naturaleza sí que existen casos en los que ciertos individuos "roban" la voluntad de otros y los obligan a actuar en beneficio propio.

Hablamos del caso del hongo Cordyceps en referencia a la nueva serie The Last Of Us, el cual está inspirado en su versión real parasitaria de insectos, a los cuales somete y luego aniquila. Pero no es el único caso de esta naturaleza: el gusano nemátodo Chordodes formosanus, también llamado de crin de caballo, parasita a las mantis religiosas obligándolas a ahogarse. Este gusano una vez alcanza su etapa adulta, busca volver al medio acuoso, por lo que secreta una serie de proteínas que le permiten hacerse con el control del sistema nervioso de su víctima y guiarla hacia al agua, a pesar de que para la mantis esto signifique la muerte. Una vez en el agua el gusano abandona el cuerpo de su anfitrión y se propone continuar con su ciclo reproductivo.

Otro ejemplo más sería la avispa esmeralda (Ampulex compressa), que zombifica a las cucarachas clavándoles su aguijón en el cerebro, haciendo de esta manera que las víctimas acudan voluntariamente a las madrigueras de sus captoras para ser devoradas por sus crías.

Y aunque estos comportamientos resultan terroríficos, nos quedan aún un tanto lejanos, ya que implican víctimas como insectos y animales menores. ¿Y algo más cercano? ¿Humanos privados de su voluntad? Pues una vez más la realidad se impone.

Bellatrix Lestrange, interpretada por Helena Bonhan Carter, haciendo uso de la maldición Avada Kedabra.
Bellatrix Lestrange, interpretada por Helena Bonhan Carter, lanzando la maldición asesina.
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Efectivamente hay factores que pueden incluso modificar por completo la conducta humana. Vamos con un ejemplo: nada más y nada menos que el virus de la rabia (Rhabdoviridae). Cómo no, un virus. Concretamente éste ataca el sistema nervioso central de los mamíferos, incluidos los humanos, con una letalidad próxima al 100%. El virus de la rabia, aparte del mítico síntoma de secreciones de espuma por la boca, modifica el comportamiento volviéndolo más agresivo, de forma que los animales infectados tienden a atacar y morder. Sí, sí, también las personas, lo cual propicia la propagación del virus. Del mismo modo se cree que los infectados rehúyen el agua, evitando lavarse y deshacerse así de la carga vírica presente en esa espuma típica para maximizar su capacidad contagiosa.

Una locura. Especialmente si somos conscientes de que no existe cura una vez se presentan síntomas. La rabia sería una versión real de Imperio+ Avada Kedavra en pack 2x1. Pero... ¿qué hay de la maldición tortura?

Se puede "escapar" del dolor, pero no se debe

El dolor es una respuesta necesaria de nuestro cuerpo. Es un indicador de que se están produciendo daños. Y aunque nos resulte desagradable, es tremendamente útil.

La versión real de una maldición Cruciatus sería cualquier cosa que nos cause dolor físico, o sea, un sinfín de opciones: fuego, descargas eléctricas, o, si nos queremos poner exquisitos, cualquiera de los ejemplos de tortura que nos regaló la Inquisición, ahí es nada. Pero lo más curioso de todo esto, es que sí existe una manera de "escapar" de sus efectos.

Las maldiciones imperdonables.
Los símbolos de las maldiciones imperdonables.
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Como seres sintientes, las personas percibimos el dolor a través de nuestros nociceptores, que son unas neuronas especializadas precisamente en eso, en modular la sensación de dolor en respuesta a estímulos mecánicos, térmicos o químicos, que nos producen daño, tanto externos como provocados por el propio organismo. Por ejemplo, cuando nos cortamos con un cristal, o nos tomamos una bebida demasiado caliente y nos quemamos, o, incluso, cuando estamos teniendo un ataque de apendicitis.

Estas neuronas especializadas están situadas en prácticamente todas las partes del cuerpo, tanto tejidos externos, como piel, como internos (mucosas, órganos, músculos…). Su activación se puede dar por estimulación directa de los tejidos, o bien de forma indirecta por la liberación de sustancias químicas en el tejido dañado (histamina, potasio, serotonina, acetilcolina, etc.).

Los nociceptores reciben estas señales y las trasladan al cerebro donde se interpreta este daño como sensación dolorosa y se elabora una respuesta para mitigarlo, de ser posible.

¿Por qué decimos que se puede "escapar" del dolor? (Ojo, del dolor, no de su causa). Os presentamos una rara condición genética, la analgesia congénita, con un ratio aproximado de afección de una persona entre un millón.

Esta condición se encuentra relacionada con una mutación en el gen SCN9A que tienen un papel significativo en el buen funcionamiento de los canales de sodio celulares. Cuando este gen se ve alterado, entre otras consecuencias, las células nociceptivas no cumplen su función y las personas que lo padecen no son capaces de sentir dolor. Sí sienten los estímulos táctiles, pero no el grado de dolor asociado a los posibles daños.

Y lo que quizá a primera vista puede parecer una ventaja, en realidad resulta toda una agonía. La supervivencia se convierte en un reto para sus portadores, especialmente en etapas de la vida tempranas, cuando los infantes son apenas conscientes de sus actos y consecuencias, por lo que se autolesionan, se muerden por ejemplo de bebés sin darse cuenta. Y también en las más tardías, de ancianos, cuando la fragilidad se hace más notable en nuestros cuerpos. Imaginaos: lesiones internas, roturas, hernias, úlceras, que no seríamos capaces de sentir; quemaduras que no sabríamos evitar… Da miedo de solo pensarlo.

Así que, ¿escapar del Crucio? Científicamente posible, pero nada recomendable.

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