Aunque pueda parecer un espacio de lo más higiénico, las duchas son espacios propicios para las bacterias, ya que el calor o la humedad son elementos que favorecen la aparición de estos microorganismos. Aunque la mayoría de las veces no suponen un peligro para los humanos, su presencia supone un factor de riesgo, tal y como explica este estudio de la Universidad de Colorado.
Cuatro puntos clave en la formación de bacterias
Dentro de la ducha, hay cuatro puntos que son ideales para la proliferación de bacterias:
- La alcachofa de la ducha: su propio diseño y función, expulsar agua caliente, permite que al quedarse algo de agua en ella, las bacterias proliferen y después se distribuyan pulverizadas en la siguiente ducha. La mejor solución es lavarla y desinfectarla al menos una vez cada dos semanas, lo cual se puede hacer en el lavavajillas o incluso en agua caliente durante unos 30 minutos.
- Las toallas: la humedad y los restos de la piel que quedan en la toalla tras una ducha dan pie a la creación de una gran cantidad de bacterias. La solución para prevenir esto es dejar que se seque en una estancia seca y protegida (y no al aire libre como se podría pensar). Es importante también lavar la toalla cada tres usos aproximadamente
- La esponja: al igual que la toalla, la esponja es un foco de bacterias por su alta exposición a la humedad y a los restos de la piel producto de su uso. Es muy importarle desinfectarla o lavarla correctamente usando lejía y agua tibia para después enjuagarla bien.
- Cortina o mampara: es fundamental mantenerlas limpias y desinfectadas cada cierto tiempo, lavándolas a conciencia y teniendo cuidado también con las juntas, otro repositorio de bacterias.
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