Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

No, la culpa no es solo del autor del crimen

Una persona afable con todo el mundo, siempre dispuesto a ayudar, un miembro más de la familia de la parroquia y, en definitiva, "un sacristán como Dios manda". Así recuerda Ismael Villa, hermano mayor de la Hermandad de Nuestra Señora de La Palma de Algeciras, a Diego Valencia, asesinado este miércoles con una catana por Yasin Kanza en un brutal ataque en la localidad gaditana.
Acto de homenaje a Diego Valencia. 
Agencias
Una persona afable con todo el mundo, siempre dispuesto a ayudar, un miembro más de la familia de la parroquia y, en definitiva, "un sacristán como Dios manda". Así recuerda Ismael Villa, hermano mayor de la Hermandad de Nuestra Señora de La Palma de Algeciras, a Diego Valencia, asesinado este miércoles con una catana por Yasin Kanza en un brutal ataque en la localidad gaditana.

Lo sabemos todos. Este es el camino fácil. Meter la basura debajo de la alfombra y a otra cosa. No puede ser. El discurso oficial a un lado y a otro del arco parlamentario -y el de la mayor parte de las tertulias periodísticas- sobre el crimen de Algeciras viene a decir que la culpa de lo ocurrido la tiene solamente el autor. Ahí termina el análisis y el que se salga de este razonamiento empieza a meterse en las arenas movedizas de la incorrección. Se acerca peligrosamente a la etiqueta de facha o de votante o, peor aún, de militante de VOX.

En 2007, el director de la revista Wired, Chris Anderson publicó el libro La economía Long Tail en el que se analizan los modelos empresariales de larga cola y la conversión de los modelos del mercado de masas en un mercado de nichos. Anderson habla también de un terrorismo de nicho, real, accesible, de relativo fácil aprendizaje y puesta en marcha. Llevamos tiempo viviéndolo, en un goteo doloroso, pero resulta que no interesa hablar de ello, que hasta los mensajes de los líderes políticos llevan un sutil y vergonzoso descafeinado en sus textos. 

El hecho de que el citado partido político sea el único que quiera hablar sobre la inmigración y sobre los problemas que surgen, por ejemplo, con los inmigrantes ilegales, no quiere decir que el problema no exista. Por supuesto, ellos han detectado el conflicto y ofrecen sus soluciones que, muchas veces, suenan fuera de tono. Encuentran, parece ser, un rédito electoral en ello. Renunciar a tratar el problema, ocultarlo, mirarlo como un tabú es una actitud fría y muy calculada que los otros partidos mantienen para no sufrir el conocido desgaste y para mantenerse en los asépticos límites de la corrección.

Negar los síntomas, aislarlos como episodios independientes, no es la mejor forma de llegar a un diagnóstico.

La comparación de este crimen con cualquier asesinato de un hombre a una mujer nos deja bien claro cuál es la moral dominante del momento. Este tipo de crimen acapara el foco. Es un problema real, reconocido y en el que se trabaja a diario. ¿Cuándo comenzaremos a hablar sobre los problemas de la inmigración con libertad? ¿Cuándo analizaremos el asunto con datos reales y con nombres y apellidos? ¿Cuándo escucharemos otras soluciones diferentes a las que da el único partido que trata sobre el asunto? Se va acercando el momento. ¿No creen?

La inmigración es un problema esencial en la historia de la humanidad. Ha ocurrido siempre y seguirá sucediendo. Ocultarlo no es inteligente. Las proyecciones de crecimiento de la población así lo indican. Si no se toma en serio, aparecen los guetos y el aislamiento endémico. Entender al otro es fundamental, pero parece que no nos interesa tanto la integración como que nos solucionen los problemas a corto plazo. Nos interesa ir tirando. 

El diálogo con el Islam y su compatibilidad con nuestro modelo y nuestra idea de democracia sigue siendo un asunto de primera magnitud al que el pensamiento dominante y la corrección política no quieren atender. Negar los síntomas, aislarlos como episodios independientes, no es la mejor forma de llegar a un diagnóstico. Nuestra sociedad necesita gente valiente que trate los problemas reales y no un grupo de colegiales, rodeado de asesores, esperando a que el otro diga algo incorrecto para poner un tuit.

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