OPINIÓN

La librería de Doña Leo

El exministro de cultura y periodista, Máximo Huerta, posa durante la inauguración de La librería de doña Leo.
El exministro de cultura y periodista, Máximo Huerta, posa durante la inauguración de La librería de doña Leo.
ROBER SOLSONA / EP
El exministro de cultura y periodista, Máximo Huerta, posa durante la inauguración de La librería de doña Leo.

Doña Leo es una perrita mestiza, adoptada, viva y lista, que el martes pasado acompañaba, como era su obligación, a su dueño, el autor Máximo Huerta, que ha decidido abrir una librería en Buñol, su pueblo, a unos cuarenta kilómetros de Valencia. Cuenta con diez mil habitantes, con un espectacular castillo del siglo XII y una esbelta iglesia dedicada a San Pedro y, desde ahora, con otra librería.

Que la inauguración fuera multitudinaria demuestra, por un lado, la popularidad del nuevo librero, al que algunos aún no le han perdonado que protagonizara uno de los escasos gestos de dignidad política de los últimos años; y, por otro, algo que constatamos a menudo los escritores, el hambre que los pueblos tienen de una programación cultural que les apele directamente. La iniciativa Mi pueblo lee lo ha demostrado en varias comunidades, y los escritores que pasen por La librería de Doña Leo podrán comprobarlo.

El librero precisa de paciencia, de un poco de psicología parda y de mucha mano izquierda

Las buenas librerías no se convierten en un referente íntimo por su belleza ni por su fondo, ni siquiera por su éxito; deben proporcionar un refugio mínimo frente a cómo se compra y se vende todo, incluso la literatura, sobre todo la literatura. El librero precisa de paciencia, de un poco de psicología parda y de mucha mano izquierda, de la capacidad para olvidarse de sus propios gustos y ceder ante los del lector. De todo ello el escritor solo necesita lo primero, aunque cada vez nos exijan más lo último. Máximo, que tendrá que dividirse entre ambos mundos, posee la rara cualidad del humor sin amargura y sobrada inteligencia como para convertir este local de sabor azul y parisino en el refugio de lectores y la cita perfecta para los autores que pasen por la zona. No ha abierto una librería, sino un pequeño aleph en la comarca de Hoya de Buñol. Su madre, a su lado, y Doña Leo, a sus pies, pueden estar seguras de ello. 

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