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Constantino II, el último rey que perdió el trono en Europa

Constantino de Grecia en 2017.
Constantino de Grecia en 2017.
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Constantino de Grecia en 2017.
Constantino II, el último rey que perdió el trono en Europa
Atlas

El rey Constantino II de Grecia ha fallecido este martes en torno a las diez de la noche en la clínica Ygeia, de Atenas, rodeado de toda su familia, tras días de angustia por su fuerte declinar de los últimos años por una afección cardiaca.

El pasado diciembre un cuadro isquémico había deteriorado aún más su salud, cayendo después en una neumonía por covid-19, seguida en los últimos días por un derrame cerebral en su casa de Atenas. En medio de una gran alarma, sus hijos los príncipes Pablo, Alexia, Filippos y Theodora, residentes fuera de tierras griegas, volaron de inmediato a la capital griega, al mismo tiempo que la reina Sofía y su hermana la princesa Irene llegaban desde Madrid para estar a su lado y acompañar a la reina Ana María y a su hijo el príncipe Nicolás.

Nacido en la casa familiar de Psychico, en Atenas, en junio de 1940, su infancia quedó bruscamente interrumpida por la invasión de Grecia durante la Segunda Guerra Mundial, marchando junto con sus padres, los príncipes herederos Pablo y Federica, al exilio primero en Alejandría, en Egipto, y posteriormente en Ciudad del Cabo, hasta la restauración de la monarquía griega en 1946 en la persona de su tío rey Jorge II. Un reinado de tan solo unos meses tras el que la corona recayó sobre el príncipe Pablo en tiempos de grandes convulsiones en una Grecia arruinada y plagada de guerrilla comunista, a la que el nuevo rey y su esposa, la princesa Federica de Hannover, hicieron frente con gran entereza. Tiempos de trabajo para toda la familia, pero también de construcción de una imagen internacionalmente atractiva de la familia real y de la propia Grecia en la que el joven y guapo Constantino era un gran activo.

Educado en la escuela Anavrita y formado en las tres academias militares y en Alemania, en 1960 participó en los Juegos Olímpicos de Roma consiguiendo la primera medalla para Grecia. Sin embargo, el inesperado fallecimiento de su padre, en 1964, hizo recaer la corona en este joven poco experimentado e inexperto, a quien se acusó de estar sujeto a la fuerte influencia de su madre la temperamental e inteligente reina Federica. Meses después contraía un matrimonio por amor con la princesa Ana María de Dinamarca. Un gran acontecimiento que fue el canto del cisne de la monarquía griega, pues en 1967 y en vísperas de unas elecciones parlamentarias en las que se temía una victoria de las izquierdas, el ejército dio un golpe de Estado que le redujo a la posición de rey títere.

Una situación tensa que en pocos meses le llevó a instrumentalizar un fallido contragolpe contra la junta militar, que se zanjó con su marcha precipitada del país para buscar refugio en Roma. Desde entonces fue rey nominal de un país al que no podía regresar, hasta que en 1974, tras el fin de la dictadura militar y el regreso de la democracia al país, la monarquía fue finalmente abolida. Un gran golpe para este rey, que decidió afincarse en Gran Bretaña donde siempre pudo contar con el apoyo fundamental de la familia real británica.

Un monarca cuya desaparición será muy sentida no solamente por sus hijos y sus hermanas, sino también por la gran familia regia europea

Apoyados por importantes armadores griegos como la familia Nomikos, Constantino y los suyos vivieron largos años en Inglaterra aunque manteniendo una muy estrecha vinculación con las cortes de sus cuñados la reina Margarita de Dinamarca y el rey don Juan Carlos. En 1981 pudo finalmente regresar a Grecia, aunque únicamente por unas horas, para enterrar a su madre la reina Federica, volviendo en 1993 para un viaje que molestó al gobierno griego que decidió incautar sus bienes en el país: el palacio de Tatoi, una finca en Polydendri y el palacio de Mon Repos en la isla de Corfú. Una decisión unilateral que le llevó a apelar al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que en 2000 falló parcialmente en su favor siendo compensado por el estado griego con 4 millones de euros.

La reina Sofía, junto a su hermano Constantino de Grecia, en una imagen de 2010.
La reina Sofía, junto a su hermano Constantino de Grecia, en una imagen de 2010.
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Desde entonces sus viajes a Grecia fueron cada vez más frecuentes, en 2004 pudo finalmente mantener un encuentro con el entonces presidente Konstantinos Stephanoulos, y en 2013 abandonó Gran Bretaña para establecerse en la localidad de Porto Helli. Feliz en su Grecia natal, siempre mantuvo una gran unión con los suyos, recibiendo visitas continuas de sus hijos y de sus hermanas doña Sofía y la princesa Irene. Respetado en todas las cortes de Europa, Constantino II deja la imagen de un rey malogrado que llegó excesivamente pronto al trono y acaso estuvo mal aconsejado. Un monarca cuya desaparición será muy sentida no solamente por sus hijos y sus hermanas, sino también por la gran familia regia europea, pues cabe recordar que era cuñado de la reina Margarita II de Dinamarca, tío carnal del rey don Felipe VI, primo del rey Carlos III de Gran Bretaña y del rey Harald V de Noruega y padrino de bautismo del actual príncipe de Gales.

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