Reportaje

El cuento navideño de Ucrania (y la triste historia de Maya como metáfora)

  • En la mesa de Maya habrá 12 platos, como los discípulos de Jesucristo, pero no estarán ni su hijo ni su marido.
  • “Los niños creen en la magia y deben tener fiestas”, opina Maya aunque que hasta los pequeños saben lo que pasa.
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GIF Maya
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José González
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Maya, profesora de ucraniano, recuerda todos los detalles de las fiestas del año pasado: el árbol artificial, el Ded Moroz (el Abuelo Helado) pintado en los cristales, las luces navideñas y los copos de nieve de papel para crear ambiente festivo en un piso de dos habitaciones relativamente pequeño. Su marido y hijo Mykyta, 19 años, elegían los regalos para ella, unos zapatos y una gorra. Tardaban horas, porque Maya es un poco caprichosa. 

A su hijo le compraron un teléfono. Sus padres estaban orgullosos. Mykyta acababa de terminar la Academia de Infantería marina y le dieron días de vacaciones para pasarlos con sus seres queridos. Sus hábitos profesionales y su altura de 1.80 metros fueron suficientes para que su familia le encargarse la importante misión de colgar guirnaldas del techo. También el tradicional oberig para proteger su casa de todo lo malo y traer la suerte. Quizás la magia falló gravemente el año pasado —o a lo mejor los oberigs no funcionan contra los vecinos con ambiciones imperialistas— porque no sabían que la guerra les estaba esperando detrás la puerta.

Interior de la basílica de María de Pokrova, en época de Navidad
Interior de la basílica de María de Pokrova, en época de Navidad
Olha Kosova

La época soviética intentó borrar las tradiciones religiosas en Ucrania junto a su identidad nacional, pero tras el fin de la gobernanza comunista las costumbres empezaron a revivir. En algunas regiones, sobre todo en el oeste del país, las tradiciones están más preservadas y cultivadas. Pero no lo están en aquellas que más sufrieron el proceso de rusificación.

Por la tarde, cuando aparece la primera estrella en el cielo, las familias de Ucrania se sientan para comer la cena santa. Aquí se cocina mucho en Navidad. En la mesa de una buena ama de casa deben aparecer 12 platos para conmemorar los discípulos de Jesucristo, cada uno con significado especial. Maya siempre preparaba kutia, una especie de pudin dulce elaborado con granos de cereal con uvas pasas y miel; golubtsy (unos rollos de repollo rellenos con carne picada y arroz) y unos cincuenta pyrogi para que el hijo compartiese con sus compañeros. "Siempre pedía más porque los repartía todos y al final solo le quedaba uno", se ríe Maya.

Maya, en el salón de su casa
Maya, en el salón de su casa
Olha Kosova

La historia de Maya se ha convertido, un año después, en una metáfora de todo lo que están sufriendo las familias en Ucrania. Su marido está luchando en el frente de Jerson. En marzo se unió a la defensa territorial y fue uno de los que frenó al ejército de Putin en la región de Mykolaiv. Su hijo Mykyta, en la brigada 36 de la Infantería Marina, se fue a defender Mariúpol pero después de luchar en la planta siderúrgica de Illicha fue apresado por los rusos. La última vez que escuché la voz de Maya fue el 2 de marzo. En septiembre recibió una carta escrita por su hijo como prueba de que estaba vivo. Su hija Bogdana y su marido viven mientras tanto en Odesa, aprendiendo a sobrevivir bajo los constantes cortes de luz.

Mientras en el resto del mundo están comprando regalos, Maya relata su última Navidad desde el sótano de la guardería en la que trabaja y a la que solo acuden los niños que huyeron de zonas peligrosas y ocupadas. Les leen cuentos tradicionales en los que el bueno siempre gana al malo. “Los niños creen en la magia y tienen que tener fiestas”, opina Maya aunque hasta los más pequeños saben que está pasando en el país. Una de las niñas, a sus cuatro años, le dice que desea que mueran los rusos. 

Maya escribe la carta a San Nicolás
Maya escribe la carta a San Nicolás
Olha Kosova

En los vidrios de la casa de Maya ya no aparecerá el Did Moroz, el abuelo helado, un sustituto de todos los santos que puso el Partido Comunista. Ella, junto a muchas otras familias, quieren desvincularse del pasado soviético y más de la mitad del país ha decidido este año celebrar Navidad el 25 de diciembre como los católicos, en vez del 7 de enero... y por primera vez han obtenido la bendición de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania.

“Los niños creen en la magia y tienen que tener fiestas”, opina Maya aunque que hasta los pequeños saben lo que pasa en el país

"Sé que es un poco tontería. No soy una niña. Pero este año escribí la carta de San Nicolás", dice Maya. Su carta dirigida a San Nicolás tiene el mismo contenido que las últimas seis cartas escritas a la ONU, a la Cruz Roja, y a las estructuras gubernamentales. Se suele decir que las madres y esposas están en la retaguardia. Pero Maya lucha en el frente de los funcionarios indiferentes y las organizaciones internacionales por su hijo que defendía “la ciudad de María” (la traducción de Mariúpol).  Cuando ve imágenes de prisioneros de guerra intercambiados y escucha sus historias de tortura, hambre y condiciones horribles, Maya prefiere pensar que su hijo está bien y no pasa frío. "Nos dijeron que Cruz Roja visitó a 120 soldados cautivos y les llevó ropa caliente. Quiero pensar que entre ellos está mi hijo; si no… ¿dónde busco las fuerzas para seguir luchando?”.

Decoración de un árbol en Kiev
Decoración de un árbol en Kiev
Olha Kosova

Este año Maya celebrará la Navidad y el Año Nuevo sola en su casa de Yuzhnoukrainsk. Con su gato. No le importa. Preparará la cena con los platos favoritos de su hijo y se sentará bajo la luz de las velas esperando “un milagro” en el que Mykyta aparecerá en su puerta. "Es época de milagros. Y yo creo en ellos", dice Maya. Quizás venga alguien, o como en la tradición ucraniana, vengan niños cantando sus koliadky, las canciones tradicionales ucranianas:

“Duerme, Jesús, duerme,

Agacha la cabeza,

Y a los brazos de María,

Mira cómo te aprecia:

Duerme, pequeño niño Jesús, duerme”.

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