Entrevista

Ignacio Doñoro, el cura que se hizo pasar por traficante de órganos para salvar a un niño: "Yo sé lo que es el infierno"

  • El sacerdote acumula a sus espaldas más de 20 años de lucha contra la vulneración de los Derechos Humanos. 
  • "Si en España ocurrieran casos como los que yo veo, serían portada durante una semana", sostiene.​
fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista al padre Ignacio María Doñoro. Candidato al Príncipe de Asturias por sus proyectos de ayuda humanitaria en América.
El padre Ignacio María Doñoro, durante una entrevista para '20minutos'. 
JORGE PARÍS
fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista al padre Ignacio María Doñoro. Candidato al Príncipe de Asturias por sus proyectos de ayuda humanitaria en América.

En medio del Amazonas peruano hay una casa de acogida en la que viven en torno a 300 niños y niñas rescatados de la precariedad más extrema. Es el Hogar Nazaret, un proyecto fundado hace más de 10 años por el padre Ignacio María Doñoro con el objetivo de dar una vida digna, una segunda oportunidad, a huérfanos y niños que han crecido en una situación de máxima pobreza o siendo víctimas de trata y prostitución. Doñoro (Bilbao, 1964) ha participado en misiones en Bosnia, Kosovo, Tánger y Mozambique, pero fue durante su estancia en El Salvador cuando su vida dio un vuelco de 180 grados después de salvar a un adolescente del tráfico de órganos. Acumula a sus espaldas más de 20 años de lucha contra la vulneración de los Derechos Humanos, y recibe a 20minutos en una visita a España para rememorar su trayectoria, sus vivencias y su labor humanitaria a lo largo de los años.

¿Cómo pasa uno de tener un puesto de comandante castrense en Inchaurrondo a fundar un hogar para niños en medio de la Amazonia peruana?La pregunta es muy fácil, pero la respuesta es muy complicada porque es una trayectoria de casi 25 años. Yo estaba de capellán militar y me habían dado un dinero para comprar juguetes para los niños en Navidad. En aquella situación tan complicada de terrorismo que había entonces en el País Vasco, me llegó tal cantidad de dinero que alcanzó en torno a los 25.000 dólares. Era absurdo para los 40 niños que había, y al final decidí ir a El Salvador. Ahí me encontré con una realidad que no era capaz de asimilar. Veintenas de niños morían de hambre todos los días. Había uno de 14 años que me estuvo siguiendo a todos lados y tenía la mitad del cuerpo paralizada. Cuando pregunté, me dijeron que no me metiera, que era muy peligroso. Sus propios padres lo habían vendido para el tráfico de órganos. Miguel, que es como se llamaba, tenía cuatro hermanas y los padres, como estaba tan enfermo, habían decidido venderlo y alargar un poco la vida de las hermanas. El niño ya estaba pagado, pero no se lo habían llevado todavía. Y fue entonces cuando pensé que en la vida hay que hacer algo que tenga sentido. 

¿Y consiguió rescatarle?Alquilamos una camioneta, busqué un conductor y le dije a una monja con la que había estado hablando, y a la que le habían dado 8 meses de vida por un cáncer, que se viniera conmigo. Recuerdo que me dijo que estaba loco, y yo le contesté: "Es mejor morirse de un tiro que de un parche de morfina". Nos fuimos a la montaña y cuando llegamos, me hice pasar por un traficante de órganos vistiéndome distinto y todo. Al preguntar cuánto costaba el niño, me dijeron, en un maya mezclado con español, que 25. Yo entendí que eran 25.000 dólares y ya pensaba que tendría que buscar otros 1.000 más. Pero no, eran 25 dólares lo que esos traficantes de órganos pagaban por la vida de un niño. Les pagué un dólar más y le metí en la camioneta. Y ahí es donde empezó Hogar Nazaret en verdad. 

Pero entre eso y Hogar Nazaret estuvo en muchos otros sitios... A partir de entonces, volví a España, empecé a organizar asociaciones, fundaciones…Empecé a trabajar en Colombia con "Los Gamines", que son los niños de la calle. Niños en situaciones indescriptibles. Yo no tenía preferencia especial por los niños, pero son los más vulnerables. A partir de ahí empecé a dedicarme a salvar niños del tráfico de personas en Colombia. Hice también unas casas especiales en Tánger, en Mozambique, en Beira...

Pero ¿cuál fue realmente el punto de inflexión, lo que le empujó a dejar su trabajo para dedicarse de lleno a la creación de Hogar Nazaret?Estando en Kosovo en 2009 apareció la ministra de Defensa, Carme Chacón, que estaba allí porque acababa de anunciar la retirada de las tropas españolas. Estábamos en una cafetería y ella me distinguió por la insignia que llevaba en la solapa, me agarró por el brazo, me llevó a una esquina y se puso a charlar conmigo. Yo le conté lo del niño salvadoreño, lo de Colombia… Y entonces me preguntó por qué no me dedicaba a esto. Le contesté que lo haría cuando tuviera una seguridad, un bienestar y estuviese jubilado. Y me dijo, gritando: "¡Estás equivocado! Los sueños hay que cumplirlos ya, el mañana no existe. ¿Qué pasaría si mañana te mueres?". En aquel momento yo no sabía que ella tenía una enfermedad del corazón, y efectivamente murió después. Sabía que tenía los días contados y me lo estaba diciendo con la convicción de una persona que sabía que iba a morir.

fotografo: Jorge Paris Hernandez [[[PREVISIONES 20M]]] tema: Entrevista al padre Ignacio María Doñoro. Candidato al Príncipe de Asturias por sus proyectos de ayuda humanitaria en América.
El padre Ignacio María Doñoro, durante una entrevista para '20minutos'.
JORGE PARÍS.

¿Mantuvo el contacto con Miguel?Pues es que generalmente no sabes qué ha sido de estos niños, es muy raro y excepcional. Pero, curiosamente, a los 20 años de aquella historia, no sé cómo me llegó una carta, no sé cómo hizo para saber mi dirección, pero la carta me llegó al cuartel y me decía unas cosas preciosas. Que estaba casado, que tenía sus hijos... Y que yo era la persona que le dio la vida. Y aquello me reconfortó bastante. 

En cierta parte, con el caso de Miguel y los que vinieron después, usted se puso en el punto de mira de los traficantes. ¿Tuvo problemas por ello?Claro. En Puerto Maldonado no trabajaba contra el tráfico de órganos, pero sí contra el tráfico de personas. Había niñas a las que se las llevaban de las zonas más pobres a la minería ilegal para abusar de ellas. Suelo decir que soy un sacerdote que ha vivido en el infierno. Yo sé lo que es el infierno. En 2015, una noche, me desperté con tres pistolas en la cabeza, me dieron una paliza y la intención era matarme. La paliza fue tan fuerte que perdí el conocimiento. Notaba que el cuerpo se movía, pero no sentía nada… Entonces pensé que si me hacía el muerto podría salvar la vida. Y efectivamente salvé la vida. Fue muy complicado porque cuando se enteraron de que estaba vivo (esta gente son sicarios, no cobran hasta que no han matado a la persona) intentaron matarme otras tres veces hasta que ya me fui a Lima.

¿En ningún momento se planteó dejarlo todo?Es tan duro ver el sufrimiento de un niño… Quizás tenemos asumido el sufrimiento de un adulto, pero el dolor de un niño es muy injusto. Un día, no teníamos para comer y por la ventana de un comedor popular del tercer mundo solo nos daban sacos de arroz. Los niños me pidieron frijoles, pero no tenía suficiente dinero. Ese quizás fue el punto de inflexión. No es que no tuviera para caramelos, sino que no tenía para frijoles. Me sentí tan miserable que me quejé a Dios y le dije que me iba a España. Que no podía más. Cuando estaba llegando a casa, me esperaban un hombre y una mujer en la puerta y el hombre me dijo: "Mi señor me ha dicho que este saco de 70 kilos de frijoles es para usted". Yo le dije que no podía comprar nada y me contestó que nos lo estaba regalando. Cuando le pregunté quién era su señor, me dijo que no me lo podía decir, se dio media vuelta y se fue. Pero justo antes se giró y dijo: "Si usted supiera lo que le quiere mi señor, no dudaría en pedírselo, que se lo va a dar". Tengo muchas más historias así. Son los caramelos que Dios te va dando para que te vayas animando y le vayas siguiendo.

¿Hay alguna razón por la que eligió ese punto del mundo en concreto para alzar el Hogar Nazaret?En Puerto Maldonado lo vi clarísimo porque los niños están en una situación de minería ilegal donde la vida humana no vale nada. Limpian el oro con mercurio y eso supone un cáncer, con lo cual muchos mueren. Es una zona de extrema pobreza. Cuando vienen amigos a verme, me dicen que no he podido encontrar un lugar peor que este. Y les contesto que si me hubiera encontrado un lugar peor, allí que hubiera ido. Entonces, estratégicamente, ahí está el Hogar Nazaret. Los niños llegan absolutamente machacados y les damos un sitio donde curarse física y emocionalmente. Somos una inmensa familia de 300 niños. Y se comportan como auténticos hermanos.

Vista aérea del Hogar Nazaret, en Perú.
Vista aérea del Hogar Nazaret, en Perú.
Hogar Nazaret

¿Cómo funciona el proceso de acogida?Hay muchas comunidades nativas, pequeñas comunidades... Y más o menos estamos como 40 sacerdotes, 40 parroquias, y cada una tiene a su cargo unas 100 comunidades. Entonces, cuando hay un caso 'de película', de esas que salen en el telediario, ese niño tiene que llegar al Hogar Nazaret. Tiene que llegar con la garantía de las personas que están allí viviendo, porque el Hogar Nazaret es totalmente gratuito y alguna vez se me ha colado alguno que no es tan pobre o tan necesitado. No son niños rescatados del tráfico de órganos, pero son niños elegidos entre 4.000 comunidades de una zona de extrema pobreza y con muchas enfermedades. 

¿Cómo es el cambio que experimentan los niños y niñas con el tiempo?Hogar Nazaret intenta ser una gran apuesta por el empoderamiento de la mujer. Esto, quizás, dicho por un hombre, y por un sacerdote, llama la atención. El gran problema de la vulneración de los Derechos Humanos donde yo estoy es que la mujer es considerada como una propiedad del varón. Creo que a veces los hombres tratan hasta con más respeto a su vaca que a su mujer. Si has tenido la mala suerte de nacer mujer allí, ya no te queda nada, más que quedarte embarazada. La mujer solo existe ahí para el goce y disfrute sexual del varón. Entonces, las niñas del Hogar tienen muy claro esa tendencia y que tienen que ser mujeres líderes, que tienen que cambiar la sociedad. Ellas son en parte un agente de cambio. 

"Hay tratados internacionales de Derechos Humanos, pero una cosa son los papeles y otra cosa es la realidad, y más en estos inframundos"

Pero, por la misma regla de tres, ¿también sientan los mismos cimientos en ellos?Claro. Allí un hombre jamás limpia la casa, jamás cocina, jamás lava la ropa… Entonces mis niños limpian la casa que parece una patena, saben cocinar… Y, por supuesto, lavan su ropa, cosa que en las casas es siempre tarea de las hermanas o las madres.

Ya a largo plazo, ¿qué efectos tiene en estos niños y niñas el haber vivido en Hogar Nazaret?El otro día, una niña cuyos hermanos habían estado en el Hogar Nazaret me decía que cuando llegaban a su casa, los niños se ponían a limpiar, pese a que su padre les regañaba por ello. Ellos le contestaban que son iguales que sus hermanas. La chica me confesó que el Hogar Nazaret ha cambiado su familia. Yo lo comparo con las cerezas. Imagínese que me entrega una cereza llena de barro. Yo la lavo y la coloco otra vez en el cesto. ¿Qué sucede? Que luego, al volver a cogerla, enganchas inevitablemente tres o cuatro más juntas. Es verdad que los niños son elegidos con una criba muy fuerte de sacerdotes, pastores evangélicos, jueces, profesores… Pero los que propagan la labor son los propios niños que vuelven a sus casas totalmente transformados.

¿Echa en falta una mayor implicación internacional en la protección a la infancia en los países menos desarrollados?No somos conscientes... A mí me costó tres días asimilar qué era el tráfico de órganos. Evidentemente, todos los países han firmado leyes y tratados internacionales mediante los cuales se respetan los Derechos Humanos. Pero una cosa son los papeles y otra cosa es la realidad, y más en estos inframundos. Si en España ocurriera un caso de estos, sería portada durante una semana. Tengo casos en Puerto Maldonado de un niño que me vendió su madre por una caja de cervezas. Es solo uno de muchos. 

Ha recibido más de 20 distinciones y condecoraciones por su labor. ¿Cómo es sentir ese reconocimiento?No tengo ningún interés en las condecoraciones y los premios… Siento que estoy dando voz a los que no tienen voz. Esos premios no me están premiando a mí, sino a los grandes protagonistas de esta historia, que son los niños y las niñas, los grandes resilientes que además están siendo agentes de cambio en una realidad infrahumana.

"Cada vez veo más separación entre el mundo en el que yo vivo, llamémosle tercer mundo, y el primer mundo"

¿Nuevos proyectos en mente?Sí, hay uno que se está realizando ya, de hecho. Estamos intentando crear una universidad pública de gestión privada. Tenemos un terreno de 70 hectáreas, que en principio es una explotación agropecuaria, y el sueño es que nuestra casa sea autosostenible. Es casi imposible porque la climatología es tan fuerte, tan adversa, que es muy difícil que haya una buena producción de maíz, de papaya, de plátano… En principio es para el sostenimiento de la casa y después para tener excedentes y poder salir adelante. Y sí, queremos hacer una escuela de ingenieros agrónomos. En parte he venido a España para ver un poco cómo arrancar este proyecto.

¿Tiene ganas de volver a Perú tras casi un mes en España?Sigo dirigiendo las cosas con el teléfono y demás, aunque es verdad que cada vez delego más. Pero echo mucho de menos a los niños. 

Vamos, que no tiene ni un poco de 'morriña' por el País Vasco, donde nació y se crió... Pues es que yo soy de Bilbao y además ejerzo de Bilbao [ríe] todo el mundo me dice que se me nota por el acento, pero ya hace muchos años que dejé todo eso. No sé cómo explicarlo. Cada vez veo más separación entre el mundo en el que yo vivo, llamémosle tercer mundo, y el primer mundo. Cada vez la distancia es más grande. Muchos amigos míos están divorciados, se han suicidado, están amargados o tristes, sus hijos están todo el día con los móviles, con las tablets, con el ordenador… Yo soy inmensamente feliz allí, es más, confieso que nunca soñé ser tan feliz. Quiero vivir y morir allí, no necesito otra cosa. No sé, si tuviera que volver a España, creo que montaría otro Hogar Nazaret, porque ya no es un lugar u otro, sino vivir en el corazón de Dios, que es el corazón de los pobres.

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